En el marco de la Segunda Conferencia de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Cooperación Sur-Sur (PABA+40), el pasado jueves 21, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), junto al Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), y el Programa Mundial de Alimentos (WFP) llevaron a cabo un evento paralelo con el fin de fortalecer el intercambio de experiencias entre agricultores y trabajar en pos de la seguridad alimentaria.
Según el Panorama de la Pobreza Rural en América Latina y el Caribe 2018 de FAO, en la regiónuno de cada dos habitantes rurales es pobre y uno de cada cinco, indigente. Entre 2014 y 2016 se han incrementado la pobreza rural y extrema aumentando 48% y 22% respectivamente.
Alertados por esta situación y ante la necesidad de avanzar en la formación de sectores agrícolas eficientes y sustentables, los tres organismos de Naciones Unidas se reunieron para intercambiar experiencias exitosas y trabajar juntos en la lucha contra esta problemática.
En este sentido, Graziano Da Silva, director general de la FAO, compartió su mensaje: “Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) implican inversiones financieras sin precedentes y exigen asociaciones eco sistémicas sólidas. A través de su renovada visión y estrategia, la FAO está explorando nuevos modelos de negocios para ampliar sus alianzas y modalidades de financiamiento”, y agregó: “Hemos implementado la Cooperación Sur-Sur entre parlamentarios y agricultores. La colaboración de agricultores para agricultores es un buen ejemplo de cómo es posible desarrollar estrategias locales para hacer frente al impacto negativo del Cambio Climático”.
Durante el evento que se extendió por tres horas se destacó la importancia de fortalecer el desarrollo rural y a los pequeños productores, punto clave en la producción de alimentos para las 821 millones de personas que padecen hambre y desnutrición a nivel mundial y así avanzar hacia el Hambre Cero.
El encuentro fue presidido por Roberto Ridolfi, asistente del director general de la FAO, quién resaltó: “Las cooperaciones Sur-Sur y Triangular deben proporcionar herramientas para trabajar fuertemente en la Agenda 2030 en el ámbito de la agricultura, la seguridad alimentaria y la nutrición. La interacción entre los agricultores es lo que puede marcar la diferencia pero debemos conectar esa interacción con innovación y tecnología”, y advirtió: “El que toca la tierra todos los días es el agricultor, y ese toque es la esencia de nuestra sostenibilidad o no”.
En la misma línea, Jean Pierre de Marguerie, director adjunto de la División de Políticas y Programas de WFP dijo que “los pequeños agricultores rurales y sus familias se encuentran entre los grupos con mayor probabilidad de quedarse atrás. La pobreza afecta de manera desproporcionada a la población rural, con una tasa de pobreza tres veces mayor que en las zonas urbanas”, y alertó: “Necesitamos más soluciones innovación y recursos para combatir el hambre,y ahí la cooperación Sur-Sur juega un papel clave”.
Por su parte, Claus Reiner, director del FIDA en Brasil, explicó que “para reducir la pobreza en el mundo hay que responder a la demanda de los productores y de las poblaciones rurales pobres”, y agregó que “es necesario detectar los proyectos que puedan proporcionar financiación y movilizar recursos que ayuden a los pequeños agricultores a vincularse y a trabajar de manera asociativa, para seguir formándose como agricultores familiares y ser competitivos”.
DEL DICHO AL HECHO
El trabajo entre las agencias fortalece las cooperaciones Sur-Sur y permite explorar soluciones para alcanzar la transformación rural sostenible, mejorar la agricultura, trabajar en la erradicación de la pobreza, el hambre y la malnutrición, y dar respuestas a la necesidad de reducir y mitigar los efectos del cambio climático, todos puntos centrales de la Agenda 2030.
Durante el encuentro se hizo referencia a diversos ejemplos exitosos de intercambio entre productores. Al respecto, Francisco Zelaya, técnico del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), más precisamente de la Estación Experimental Agropecuaria Famaillá,compartió su experiencia sobre la cooperación Argentina-Haití en torno al programa ProHuerta.
“Haití sufrió una crisis política y luego, humanitaria. En una misión de estabilización en la que participaron los países del Cono Sur, se decide llevar proyectos de desarrollo desde Argentina, tales como el ProHuerta. De esta manera, participamos como voluntarios, técnicos de Tucumán y de Santiago del Estero conformando un equipo técnico nacional del INTA”, contó Zelaya a Agrofy News.
Todo comenzó en el 2005 y duró once años, luego del tsunami del 2004 que había provocado la muerte de miles de personas, destruido infraestructura, y cultivos, entre otros. Se trató de un fenómeno que impactó mucho en cuanto a la disponibilidad de alimentos.
Cabe resaltar que el ProHuerta es un programa que favorece la participación y la organización de las comunidades con las que trabaja, contribuyendo a que los integrantes de las mismas sean actores protagonistas de la gestión de los procesos de desarrollo local y territorial.
Al ser consultado por Agrofy News sobre la esencia de la cooperación en un momento tan crítico, Zelaya detalló: “Consistió en la formación permanente para los técnicos haitianos por parte de la Argentina, trabajar con multiplicadores de la experiencia y en dejar capacidad instalada. Además de donar la semilla, nuestro asesoramiento, y supervisión”.
Han llegado aproximadamente a 46.000 familias en distintas etapas, y lograron contar con más de 4.000 voluntarios, de los cuales, un promedio del 60% fueron mujeres. “Se trató de una propuesta que buscaba aumentar el volumen de alimentos, y lograr que se apropien del trabajo”, resumió Zelaya.
En la misma línea, recordó que realizaron tareas de gestión y co gestión en el marco de la cooperación triangular a través del financiamiento canadiense y español. “Otro ejemplo fue la cooperación junto a Brasil para resolver la problemática del agua, tratando siempre de minimizar la cantidad de gente que se desplazaba”, subrayó.
El técnico señaló que también han trabajado con otros países como Guatemala, México con distintos grados de desarrollo y analizó: “Considero que se puede trabajar en estos aspectos y no esperar el momento de la crisis”.
Al reflexionar puntualmente sobre la experiencia con Haití, reflexionó: “Fue un aprendizaje muy grande trabajar con hermanos de otros países que lo hacen con mucho compromiso y eso a uno lo transforma. Más allá de que la siembra puede variar en algunos aspectos, es lo mismo sembrar una semilla de tomate acá que allá, la cuestión no es técnica, es humana y en eso hay un cambio”.
Por su parte, Rafael Neves, se refirió al intercambio de experiencias entre albañiles del Corredor Seco del Oriente de Guatemala y del semiárido de Brasil que tuvo lugar en noviembre último mediante el trabajo conjunto de la FAO, el Programa de 1 Millón de Cisternas y el Programa de Cisternas Escolares de ASA.
En tanto, Noel González Segura, director general de Planeación y Políticas para la Cooperación Internacional al Desarrollo de la AMEXCID se refirió al programa de carácter transversal: “Mesoamérica sin Hambre”, el cual busca construir proyectos de agricultura resiliente, y sentar condiciones, que les permita tener un desarrollo viable a nivel local, para que la gente tenga raíces fuertes en sus localidades.
Por último, Han Jiqin, profesora de la Facultad de Economía y Gestión de la Universidad Agrícola de Nanjing, China, entre alguno de los aspectos que compartió, señaló la importancia de la tecnología y de la innovación en el centro del intercambio. Tan es así que comentó: “Alentamos a la utilización del e-commerce en los agricultores”.