Como no había ocurrido en las últimas campañas, el trigo tiene casi todos los planetas alineados para arrancar una nueva siembra con buenas expectativas agronómicas y económicas.
La 10ª edición de A Todo Trigo, el congreso que anualmente reúne a todos los actores de la cadena del cereal –organizado por Federación de Centros y Entidades Gremiales de Acopiadores de Cereales–, ratificó esta semana que el cultivo está en condiciones de recuperar el terreno perdido durante el ciclo pasado, cuando la sequía le pegó un duro golpe.
Esa línea recta de planetas la integran el clima, en el que la recomposición de la humedad para la siembra y los pronósticos para la etapa vegetativa y reproductiva hablan de un escenario mejor que en la campaña pasada; el precio, cuyo valor a cosecha es 20 por ciento superior al que se registraba un año atrás, y los márgenes económicos, que si bien los costos exhiben un aumento en los fertilizantes del 40 por ciento, son mejores que los del trigo 2020/2021.
El único planeta que no parece alineado y que siempre amenaza con cambiar de órbita es el que contiene a la política pública. Los rumores de subas en las retenciones o de intervención a la exportación, como mecanismos para frenar el precio doméstico, vuelven a tomar cuerpo en un contexto en el que la inflación parece fuera de control.
“La mesa de los argentinos se protege produciendo más y no congelando el precio de la harina. Hemos explicado con números claros y concretos, y no con relato, el bajo impacto del trigo en el precio final del pan y en la inflación”, reiteró Fernando Rivara, presidente de la federación de acopiadores.
Autorregularse
Con una producción triguera nacional que se proyecta en 19 millones de toneladas y una exportación de 12 millones de toneladas –20 por ciento más que el año anterior–, la nueva campaña aportará en concepto de retenciones un ingreso fiscal que rondará los mil millones de dólares.
Según el cálculo de las empresas acopiadoras, con 600 millones de dólares el Estado podría comprar todo el trigo necesario para el consumo de pan durante un año en el mercado interno.
Mientras el Gobierno les exige a molinos y a los exportadores una “autorregulación comercial” para no alterar la demanda, desde la cadena de valor del cereal piden a las autoridades nacionales responsabilidad, compromiso y previsibilidad.
La industria proveedora de semillas, por ejemplo, en los últimos 10 años inscribió 137 variedades de trigo nuevas, distintas, homogéneas y estables. “Son muy pocas las empresas que han innovado en el nivel que lo hizo la semillera en los últimos años, pero para eso hace falta previsibilidad”, admitió Alfredo Paseyro, presidente de la Asociación Argentina de Semilleros (ASA), durante su intervención en el congreso.
A pesar del favorable contexto, muchos productores esperarán hasta último momento para tomar cualquier decisión que implique aumentar el área sembrada. Es por ello que la primera estimación de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires ubica el área triguera en la misma superficie que en el ciclo anterior: 6,5 millones de hectáreas.
Desde el 15 de mayo y hasta el 15 de julio, el productor tendrá tiempo para sembrar el trigo; dependerá de las señales que emita el Gobierno que el cultivo pueda lucirse o, de lo contrario, espere una mejor oportunidad.