La jeringa no es una herramienta, es un instrumento quirúrgico que requiere de una particular atención y cuidados. El hecho de incidir la piel y los tejidos con una aguja implica, de por sí, un acto quirúrgico. Por lo tanto, es necesario hacerlo con responsabilidad.
La correcta limpieza, su lubricación con productos adecuados y el debido mantenimiento periódico es indispensable.
Para una correcta respuesta a los tratamientos aplicados, con el recambio de las piezas desgastadas se impedirá su mal funcionamiento, evitando sobre o sub dosificar medicamentos.
Trabajar bien significa respeto por las buenas prácticas ganaderas en pos de la seguridad del personal y del bienestar animal.
Las agujas son instrumentos punzantes, mediante las cuales se materializa la inoculación de las vacunas y la inyección de los zooterápicos. Son de bajo costo y tienen una vida útil limitada.
Cuando la punta de la aguja se dobla, no hay que enderezarla, para seguir utilizándola. Una aguja «reciclada» es un elemento traumático para los tejidos, que abre la puerta a infecciones; debido a que la punta así restaurada, queda con un mínimo reborde, que ejerce una acción lacerante en los tegumentos
El extremo biselado de la aguja se desafila con el uso, por lo que, si no se remplaza periódicamente, al clavarse, la misma actúa como un sacabocados, introduciendo un pequeño taco de piel en los tejidos, que genera la formación de abscesos, los cuales son muy dolorosos, producen malestar, por ende, los animales dejan de comer.
Si no comen, no ganan kilos. Estos errores se traducen en perjuicios económicos.
Por último, NO usar a la aguja de la pistola de vacunar como inductor del movimiento.
Por: Med. Vet. Magter Luis Carlos Rhades, Área Producción y Sanidad Animal. EEA INTA Anguil
Fuente: engormix.com
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