Si bien la tasa de faena de hembras –que promedió el 50%- exagera (para mal) el humor que prima en el primer eslabón, al estar muy influida por una inusual y baja cantidad de machos con destino frigorífico (por un cambio productivo, quizás estructural, «la vuelta de la recría»), no deja de ser un dato que debe preocupar a todos los actores de la cadena.
El problema de la elevada tasa se visualiza mejor cuando se presta atención al flujo de hembras enviadas a faena en últimos 12 meses, unas 6,3 millones de cabezas, incluyendo todas las categorías (vacas, vaquillonas, etc.) y a su tendencia, creciente en el tiempo. La faena de este período supera en 200 mil cabezas (+3%) a aquella que hizo declinar levemente el rodeo en el último año (marzo 2018 – marzo 2019). Puede inferirse que, si no cambia la tendencia, las existencias de hembras muy probablemente vuelvan a mostrar un retroceso, por segundo año consecutivo, cuando se dimensione el rodeo en marzo del 2020.
Para que aumente la retención de hembras, deben mejorar las condiciones económicas y financieras que enfrentan los productores, criadores en particular, pero también despejarse la incertidumbre respecto a cuáles serán las reglas de juego después de las elecciones generales de octubre; las dos fuerzas hoy en contienda, ambas con antecedentes de gobierno, han mostrado importantes diferencias en su trato hacia la cadena de hacienda y carnes.
En lo económico debe haber alguna recuperación (en términos reales) del precio de venta de la hacienda, de la invernada particularmente, que tendrá más chances de materializarse mientras más rápido la economía estabilice sus variables macroeconómicas y se recupere el crecimiento del consumo interno. Quizás tan importante o incluso más que la mejora de precios relativos, es la baja de los costos financieros, una gran restricción que actualmente sufren quienes desean ampliar rodeos, no disponen de capital suficiente y no encuentran en el mercado condiciones apropiadas de tasas y plazos.
También es clave una confirmación que la política económica de los próximos años seguirá siendo, como fuese en estos últimos años, neutral en su trato para con los productos agroindustriales y proclive a mejorar la integración comercial del país con bloques y regiones relevantes del mundo.
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