Los nuevos aranceles del 10% a productos importados de China, por valor de 200.000 millones de dólares, anunciados por el gobierno del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenazan con recrudecer aún más una guerra comercial que ha encendido todas las alarmas en el sector agrícola estadounidense.
Washington y Pekín se han enzarzado en los últimos días en una espiral arancelaria con la que Trump intenta derribar las barreras comerciales chinas a golpe de arancel, mientras que su homólogo Xi Jinping está castigando a la base política de su oponente con gravámenes al sector agrario.
El conflicto económico suscita inquietud, sobre todo, en los estados tradicionalmente agrícolas de EE.UU., que históricamente son la base principal de votos republicanos.
“Estoy muy, muy preocupado con el tema. Si (Trump) se pasa de la raya será catastrófico; de hecho, en mi estado, para la soja y el maíz, es catastrófico”, opinó el senador republicano por Iowa, Chuck Grassley, en declaraciones a la cadena CNN.
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Trump, que en estos momentos se encuentra en Bruselas participando en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN, recurrió a las redes sociales para transmitir un mensaje de tranquilidad al sector agrario.
“Estoy en Bruselas, pero siempre pensando en nuestros granjeros. La (venta de) soja cayó un 50 % entre el 2012 y mi elección. Los granjeros lo han pasado mal desde hace 15 años”, defendió Trump, sin citar fuentes, en un mensaje publicado en su cuenta personal de Twitter, que concluía con una clara promesa: “¡Y ganaremos!”.
La respuesta de Xi Jinping a la primera batería de aranceles de la Casa Blanca, que entró en vigor el pasado viernes y que apuntaba directamente al sector industrial chino, fue la imposición de gravámenes del 25% a 545 productos estadounidenses por valor de 34.000 millones de dólares, la mayoría de ellos agrícolas.
Esta respuesta arancelaria, que incluye la soja, uno de los productos más consumidos en Asia, afecta a regiones como Iowa o Kentucky, estado al que representa el líder republicano en la Cámara Alta, Mitch McConnell.
De hecho, subrayó Grassley, al menos tres veces, en los últimos tres meses, varios senadores de estados agrícolas, le han transmitido su preocupación al presidente.
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Un reciente estudio del grupo Citigroup, del que se hizo eco el canal CNBC la semana pasada, señalaba que cerca del 80% de los estados considerados conservadores se verá afectado por los aranceles, frente a apenas el 10% de los demócratas.
Por este motivo, están en juego cerca de 3,9 millones de empleos en zonas que en 2016 votaron mayoritariamente por Trump.
La baza electoral es clave teniendo en cuenta que en noviembre se celebrarán elecciones legislativas, en las que estarán en juego el control de ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos, en las cuales el partido Republicano tiene sendas mayorías en estos momentos.
Este es un problema al que no tiene que hacer frente Xi que en octubre pasado, durante el XIX Congreso del Partido Comunista, vio reforzada su posición como líder, no solo indiscutible sino también indefinido del gigante asiático.
Trump sostiene como uno de sus principales argumentos para justificar sus políticas proteccionistas la necesidad de defender al trabajador local, pese a que la actual tasa de desempleo en el país es de apenas un 4%.
Por este motivo, una pérdida de empleos en el sector agrícola debido a la guerra comercial con China pondría al partido Republicano en una situación delicada.
Tras el anuncio del martes de la Administración de EE.UU. de nuevos aranceles, queda ahora la incógnita de cuál será la reacción de Pekín, que ya ha avanzado que adoptará contramedidas que no ha especificado.