uego de un 2020 en el que el ternero se utilizó como resguardo de valor ante la suba del dólar y la inestabilidad económica, las empresas ganaderas están mirando con lupa la evolución de la zafra que comenzó este mes.
Sucede que la revalorización de la hacienda para recría e invernada, sumado al fuerte aumento del maíz, constituyó un golpe para los engordadores que tienen el archivo de Excel abierto de manera permanente para ajustar los costos al detalle.
Entre ellos, uno fundamental: el de la alimentación. En los últimos días, en el norte de Córdoba, arrancó un período clave para la confección de reservas, ya que los maíces de siembra tardía ingresan al momento ideal para el picado. Se trata de una labor que, bajo el contexto actual, necesitará de un planteo más fino y eficiente que nunca.
“Los productores van a decidir cuántas hectáreas picarán en función de cuánto encierren finalmente en los corrales. Está todo atado a la zafra: si sale mucho ternero a oferta y eso baja los precios actuales, los presupuestos podrán cumplirse y se picará lo previsto. Pero si hay retención y los valores se mantienen altos, se picará menos y se aprovechará la oportunidad de vender maíz como grano y cubrir costos fijos”, repasa Osvaldo Luna, asesor del Grupo Crea Ganaderos del Noroeste de Córdoba.
Con un ternero que se mantiene un 30 por ciento por encima del valor del novillito, la ecuación para el feedlot no para de mostrar números en rojo.
En un cálculo teórico, Luna asegura que el costo del alimento para generar un kilo de carne ronda los 127 pesos. Bajo esa hipótesis, llevar cada ejemplar a peso de faena genera una pérdida de 5.800 pesos.
“La mayor parte de las pérdidas en un feedlot ocurren en el momento de la alimentación. Con estos números, hay que ser muy fino y ser eficientes hasta en las cosas más obvias, como por ejemplo que el forraje caiga adentro del comedero y no afuera. Si uno pierde 10 o 15 por ciento no parece tanto, pero cuando lo transforma en dinero es mucho”, señala Luna.
Más caro
Teniendo en cuenta la tecnología aplicada en el cultivo, el precio del picado y el costo del embolsado, transformar una hectárea de maíz en un forraje rico en fibra y energía cuesta 735,8 dólares o 68.400 pesos (a tipo de cambio oficial).
Si el parámetro es un rinde promedio de 35.000 kilos de materia verde por hectárea que se picó en un momento óptimo de 35 por ciento de contenido de materia seca, significa un saldo final para nutrir los animales de 12.250 kilos de materia seca por hectárea.
Es decir, un costo de dos pesos por kilo de materia verde, 17,6 por ciento más que en 2020 (1,7 pesos); y 5,6 pesos por kilo de materia seca, 14,3 por ciento más (4,9 pesos).
Sobre eso, y bajo el supuesto de una digestibilidad promedio del 63 por ciento, significa un costo por kilo de materia seca digestible de 8,9 dólares.
Pero Luna agrega un costo oculto que también debe analizarse: como el maíz picado deja poco rastrojo, la soja que viene luego en la rotación suele rendir unos cinco quintales menos por hectárea que la implantada sobre un cereal para grano.
Eso significa, a un valor actual de 323 dólares la tonelada de soja, que el costo de oportunidad de los cinco quintales menos de soja representan 161,3 dólares por hectárea, lo que determina un aumento en el costo del forraje del 22 por ciento.
“Algo que puede afectar estos números es que el maíz no haya recibido buenas lluvias y rinda menos, entonces el kilo de materia seca se encarece. Pero eso escapa al productor. Lo que sí influye tranqueras adentro es la variación en la digestibilidad. No es lo mismo que el animal efectivamente convierta en carne el 60 por ciento o el 66 por ciento”, remarca Luna.
Más barato
La buena noticia para los productores ganaderos es que, si se relaciona el costo de ensilar una hectárea con el precio del novillo, la cantidad de kilos que debe vender un productor para confeccionar las reservas se redujo frente al año pasado.
La clave es que mientras el costo del silaje subió 31,5 por ciento, de 52.000 pesos a 68.400 pesos, el kilo de novillo (un ejemplar de 400 kilos rematado en la Sociedad Rural de Jesús María) subió 81 por ciento, de 97 pesos a 176 pesos el kilo vivo.
En resumen, hoy se necesita vender 389 kilos de novillo para picar una hectárea, 147 kilos menos que los 536 que hacían falta el año pasado.
No obstante, la relación actual se mantiene por encima del promedio de los últimos años. En 2015, fue de 317 kilos de novillo por hectárea de silaje; en 2016, de 284 kilos; en 2017, de 319 kilos; en 2018, de 350 kilos; y en 2019, de 353 kilos.
Esta simulación de precios realizada por Luna supone una silobolsa que almacena 12.000 kilogramos de materia seca por hectárea.