Introducción
Los parásitos internos que afectan a los animales en producción pueden considerarse como una de las limitantes más importantes en los sistemas desarrollados bajo condiciones de pastoreo.
Clínicamente, las pérdidas se asociaban a mortandades producidas en bovinos y ovinos sometidos a importantes niveles de infección parasitaria, y estimativamente podían alcanzar cifras cercanas al 10%. Actualmente, los cuadros de parasitosis clínica con muerte de animales han pasado a ser muy esporádicos en virtud de la importante transferencia de conocimientos que se ha realizado en las últimas décadas y el avance en los aspectos terapéuticos de la enfermedad.
No obstante y en función de que, los sistemas actuales de manejo son más intensivos -con un aumento en el aprovechamiento de los recursos forrajeros a través del incremento significativo de la carga animal en los pastoreos- las parasitosis internas se han convertido en una enfermedad que afecta la salud productiva de los animales, impactando notablemente en la rentabilidad final del sistema de producción. Así, es posible detectar pérdidas que pueden variar entre 20 y 80 kg por animal durante la invernada de bovinos sometidos a infecciones parasitarias de las pasturas bajas o muy altas, respectivamente. De la misma manera, se presentan pérdidas en la producción de leche en tambos donde los pastoreos son la base de la cadena nutricional, y en las explotaciones ovinas, con mortandad de animales e importantes mermas en la producción de corderos, carne y lana.
El curso de la enfermedad en bovinos y ovinos deja secuelas que también impactan sobre el desarrollo músculo-esquelético de los animales con consecuencias importantes en el rendimiento de la res y en los aspectos reproductivos de las hembras que se disponen anualmente para la reposición del sistema.
A las pérdidas económicas que se producen en el sistema de producción y sus consecuencias, debe sumarse el alto gasto en antiparasitarios que se emplean anualmente para el control de la enfermedad. En la práctica, dicho control se basa principalmente en la aplicación de tratamientos complementados, en algunos casos, con la utilización de pasturas que ayudan a minimizar las pérdidas en producción. El notable avance y consolidación del fenómeno de resistencia a los antiparasitarios en la última década ha introducido otra variable muy importante que influye seriamente en el diagnóstico y control de la enfermedad.
En este escenario donde los parásitos, el sistema de producción y las herramientas disponibles para el diagnóstico y control son los principales protagonistas, los efectos de la enfermedad en el mencionado sistema son ampliamente variables, por lo que sería casi infundado transpolar situaciones individuales a toda la ganadería bovina y ovina del país para hacer una estimación del impacto global de los parásitos internos comparable a las proyecciones que se realizaban tres o cuatro décadas atrás.
En resumen, las pérdidas directas que ocasionan los nematodes se traducen en:
- Mermas significativas en las ganancias de peso durante la recría e invernada.
- Disminución de la calidad y rendimiento de la res.
- Baja en la producción de leche.
- Disminución de la producción de lana y carne.
- Inversiones en antiparasitarios con bajo retorno económico.
- Fallas en la eficacia de los antihelmínticos por desarrollo de resistencia.
Las pérdidas indirectas asociadas a programas de control mal implementados, representan una pesada carga económica para el sistema de producción:
- Excesivo período de permanencia de los animales en el campo para llegar a peso de faena.
- Subutilización del forraje bajo pastoreo.
- Falta de desarrollo corporal adecuado para el servicio de vaquillonas.
- Complicaciones de manejo.
No obstante, debe tenerse en cuenta que la complejidad de las interacciones entre los actores involucrados en esta temática obliga y exige el mayor aporte técnico y de los conocimientos para lograr el control más eficiente y sustentable de los parásitos en los sistemas de producción.
En tal sentido, el espacio para la intervención profesional es muy amplio y este documento incluye la información básica necesaria para comprender la relación entre los animales y los parásitos, así como las pautas para incorporar a la práctica profesional el diagnóstico, la terapéutica y el control de las enfermedades parasitarias en el sistema de producción.
PARÁSITOS INTERNOS MÁS IMPORTANTES EN BOVINOS Y LANARES
Si bien vacunos y lanares pueden albergar 7-8 géneros parasitarios en su tubo digestivo, en general son 2-3 los géneros de mayor incidencia y patogenicidad.
Dichos nematodes son de ciclo directo y las infecciones en los animales generalmente comprenden la complementación de varios géneros y especies al mismo tiempo:
- Abomaso: Ostertagia spp., Haemonchus spp., Trichostrongylus spp.
- Intestino delgado: Cooperia spp., Trichostrongylus spp., Nematodirus spp.
- Intestino grueso: Oesophagostomum spp., Trichuris spp.
El tamaño varía entre 2,5 y 25 mm de largo y los nematodes económicamente más importantes son los que parasitan el cuajo, debido al tipo de lesión que provocan y las consecuencias para el funcionamiento correcto de los procesos digestivos. Sin embargo, el problema aparece casi siempre provocado por infecciones mixtas en cuajo e intestino
Es así que Cooperia, de localización intestinal, y Ostertagia, ubicada en el cuajo son los principales géneros parasitarios en el bovino. En tanto que el tercer lugar lo ocupa Trichostrongylus axei en la pampa húmeda, y Haemonchus placei en la región subtropical.
En los lanares, los principales géneros parasitarios son Haemonchus contortus (gusano grande/rojo del cuajo) y Trichostrongylus colubriformis (pequeño gusano intestinal). El primero de ellos productor de muertes asintomáticas (anemia) hacia fines primavera y otoño, y el segundo responsable de las diarreas de fines de otoño-invierno.
La lombriz de pulmón -Dictyocaulus spp.- aparece también ciertas veces asociada a la parasitosis gastrointestinal, produciendo lesiones serias en los bronquios y tejido pulmonar.
EPIDEMIOLOGÍA
Los animales se enferman cuando ingieren las larvas infectivas (L3) que se encuentran en el pasto -miden 0,6-0,8 mm-, éstas llegan al tubo digestivo y penetran profundamente en las glándulas ubicadas en la pared de cuajo e intestinos. Luego de varias mudas, alcanzan el estadío adulto aproximadamente a las 3 semanas. Las hembras comienzan a poner huevos previa fertilización por el macho.
os huevos son transportados con la materia fecal a las pasturas, provocando la contaminación de las mismas. Los huevos en la «bosta» evolucionan hasta dar lugar a la larva 1, que rompe la estructura externa del huevo para llegar a larva infectiva luego de algunas transformaciones. Este proceso se cumple en un período que varía entre 2 y 6 semanas dependiendo si es verano o invierno
Aunque las larvas infectivas tienen movilidad propia, la transmisión más importante a la pastura, se produce cuando las gotas de lluvia golpean la costra superficial de las bostas ablandándola y trasladando las larvas a los pastos circundantes por las micro-gotas del spray que se genera, provocando la infectividad de las pasturas
Los niveles más importantes de contaminación e infectividad de las pasturas se producen durante el otoño, invierno y primera parte de la primavera.
En bovinos, las larvas infectivas pueden sobrevivir en el pasto, pero fundamentalmente en la bosta en cantidad suficiente como para asegurar que la enfermedad pase de un ciclo de producción a otro. En términos epidemiológicos, el hábitat compuesto por las bostas y las pasturas, se conoce como refugio.
Es por esta razón que todas las pasturas permanentes están infectadas por parásitos en mayor o menor grado, siendo hasta ahora casi imposible erradicar la enfermedad de los campos.
Debe quedar claro, que los parásitos establecidos en los animales, son solo una mínima proporción (< 5%) de los que se encuentran en el refugio, por lo tanto cuando se aplican los tratamientos antiparasitarios, se afecta mínimamente el número total de parásitos del sistema de producción.
CATEGORÍAS AFECTADAS Y EFECTOS EN PRODUCCIÓN BOVINOS
a) Sistema de cría
En un rodeo de cría la enfermedad parasitaria se expresa fundamentalmente en los terneros. Las vacas, salvo excepciones, son resistentes a las infecciones parasitarias como consecuencia del nivel de defensa (Ac) logrado a través del tiempo. Sin embargo, en las vaquillonas de primera parición la inmunidad es menos sólida pudiendo, bajo determinadas condiciones albergar cargas parasitarias relativamente altas. A manera de ejemplo el parto y en especial condiciones epidemiológicas que determinen un alto ofrecimiento de larvas infectivas con el forraje -como las que se generan con las primeras lluvias post-sequías prolongadas- pueden ser suficientes para sobrepasar la aún precaria capacidad de respuesta inmune de dicha categoría
Los terneros nacidos a fin de invierno o principios de primavera, comienzan a infectarse con cantidades importantes de larvas a partir del verano en adelante, hasta llegar al destete. Si el estado de las vacas es bueno y la disponibilidad forrajera es suficiente en cantidad y calidad, la ganancia de peso de los terneros al pie generalmente no se afecta como consecuencia de las infecciones por nematodes.
Sin embargo, cuando la disponibilidad de pasto es muy baja, con mal estado de las vacas y acompañado por una primavera y verano lluviosos, la ganancia de peso de los terneros puede afectarse. Esto hace que al destete, el peso pueda mermar entre 10 y 15 kilogramos, sobre todo, si el destete se hace tardíamente en el otoño.
Infecciones parasitarias durante la cría e invernada de bovinos sobre pasturas: períodos de mayor riesgo e impacto sobre la ganancia de peso.
La vaca de cría, puede albergar una cantidad importante de parásitos -principalmente inmaduros/inhibidos- sin que ello provoque efectos en producción. Este equilibrio se debe a la sólida inmunidad que desarrollan y que excepcionalmente es quebrada; por ej.: vacas viejas recién paridas, mala alimentación, otras enfermedades, etc.
Es por esto que las vacas deberían desparacitarse solamente sobre las circunstancias mencionadas o, en situaciones especiales, como el tratamiento previo al engorde de vacas “refugadas” al tacto y destinadas a la venta para consumo.
b) Sistemas de recría e invernada
Los parásitos gastrointestinales producen efectos muy significativos en los animales desde el destete hasta los 18-20 meses de vida. En la Pampa Húmeda, la infectividad de los pastos alcanza su máximo nivel hacia el invierno. Cuando esta situación epidemiológica coincide con una baja disponibilidad y calidad del forraje, se producen las mayores pérdidas en producción. En tales circunstancias, los animales acumulan cargas parasitarias crecientes hasta entrada la primavera, a partir de la cual la creciente disponibilidad y calidad forrajera contribuyen al desarrollo de una sólida repuesta inmune en animales mayores al año de edad.
En la región del NEA, se presenta una situación similar, con el aditamento que las infecciones se prolongan durante la primavera, no siendo tan marcado el efecto inmunitario en la disminución de las cargas parasitarias de los animales.
Variación estacional de las cargas parasitarias y géneros actuantes en la recría de bovinos de carne en el NEA (extraído de Daffner, A. y cd, 1990)
Bajo esas condiciones, los animales pueden desarrollar clínicamente la enfermedad con pérdidas de peso que pueden alcanzar los 40-60 kg/animal hacia fines del invierno. Sin embargo, en la mayoría de los establecimientos ganaderos, la parasitosis gastrointestinal cursa sin síntomas clínicos -enfermedad subclínica- provocando mermas en la producción de carne que pueden llegar a 20-40 kg/animal en el mismo período.
Las pérdidas que se producen durante el otoño e invierno como consecuencia de infecciones permanentes por nematodes, no son compensadas durante la primavera. Los novillitos y vaquillonas deberán permanecer en el campo por más tiempo para llegar al peso apropiado de faena.
Durante la primavera, las ganancias de peso son muy buenas, pero la mayoría de las larvas de Ostertagia ostertagi que son ingeridas con el pasto inhiben su desarrollo en el estadío L4, constituyendo lo que se conoce como Ostertagiosis pre-Tipo II. No hay síntomas o signos de enfermedad parasitaria durante ese período de pastoreo.
Si no se aplicaron tratamientos preventivos apropiados, las larvas hipobióticas alojadas en las glándulas de la mucosa abomasal reanudan su ciclo desde fin de la primavera en adelante, provocando síntomas clínicos de enfermedad parasitaria o nuevamente pérdidas subclínicas que pueden oscilar entre 10 y 20 kg/animal (Ostertagiosis Tipo II).
Pliegues abomasales muy engrosados (izquierda) y con aspecto de “cuero de carpincho” (derecha) consecuencia de Ostertagiosis Tipo II durante el verano
Ostertagiosis Tipo II en animales adultos o jóvenes de cruza cebú (nótese edema de pliegues abomasales)
c) Vaquillonas de reposición
Con las vaquillonas de reposición del rodeo, se debe tener especial cuidado durante el primer año después del destete, aún cuando el servicio se realice a los 27 meses.
Durante ese período, las vaquillonas están en pleno crecimiento y desarrollo, por lo que cualquier problema parasitario influirá sobre su conformación esquelética y muscular condicionado «vientres chicos» en el rodeo y consecuentemente, un alto porcentaje de problemas de distocias y ayudas en el momento de la parición.
Efecto de las infecciones parasitarias sobre el desarrollo genital en la recría de hembras (útero, vagina y ovarios de vaquillonas de 15 meses)
Las vaquillonas de primera parición, bajo determinadas condiciones, pueden acumular un número importante de nematodes -maduros e inmaduros-, que pueden generar trastornos durante la época de parto y primeras semanas de lactación.
En campos con antecedentes de enfermedad parasitaria, se debe establecer la oportunidad del tratamiento antiparasitario peri-parto a las vaquillonas para remover las cargas parasitarias, especialmente las que se encuentran inhibidas en su desarrollo, evitando así las complicaciones durante la lactación.
d) Sistemas de producción de leche
Los sistemas de producción de leche presentan en general una problemática similar a las descriptas anteriormente, desde el punto de vista etiológico y en el comportamiento bioecológico y epidemiológico de los nematodes. Sin embargo, debe destacarse que las categorías de recría están expuestas a mayores riesgos durante más tiempo. Cuestiones de manejo y epidemiológicas hacen que se vean expuestas a mayores cargas parasitarias en los potreros, situación que se ve favorecida por la baja calidad-disponibilidad forrajera y la presencia de categorías altamente susceptibles durante todo el año. Tal situación se pone en evidencia cuando se determina la carga parasitaria de las pasturas mediante terneros “recolectores”, los que señalan –a diferencia del ganado de carne- alta infectividad de las pasturas en primaveraverano.
Bajo tales condiciones, los animales lecheros de recría estarán expuestos a mayores cargas parasitarias por mayor tiempo que los de carne, condicionando también un mayor riesgo de enfermedad.
No obstante, los efectos sobre la producción de leche son variables y dependen estrictamente de la proporción en que las pasturas permanentes participan de la dieta de las vacas durante el período de lactación y los niveles de infectividad a los cuales están sometidas las vacas durante el pastoreo. Otro elemento que juega de manera importante en la medición del efecto parasitario sobre la producción láctea es el tipo de antiparasitarios utilizado para su control.
De tal manera que hasta mediados de la década del ´90, se utilizaron antiparasitarios con serias restricciones de uso por su detección en leche (dependiente del principio activo), recomendándose su utilización pre-parto. En tal condición, la bibliografía internacional indica una gran controversia en relación a la respuesta positiva en términos productivos.
Promediando la década del ´80, en sistemas de producción de leche de la región pampeana, bajo condiciones pastoriles y en base a tratamientos mensuales con fenbendazole granulado en la ración, se demostraron mermas promedio de aproximadamente 5%, considerando lactancias de otoño y primavera. No obstante, los resultados no son consistentes en las distintas explotaciones, coincidiendo con la bibliografía internacional.
Posteriormente, utilizando oxfendazole al parto y a los 45 días en vaquillonas de primera lactación se hallaron diferencias no significativas del orden del 3.7% a los 120 días de lactancia, manteniendo la controversia de la oportunidad del tratamiento antiparasitario en vacas lecheras.
Hacia fines de los ´90 se generó un importante avance por el desarrollo de formulaciones en base a lactonas macrocíclicas de aplicación pour-on, que pueden ser aplicadas libremente por su insignificante eliminación por leche. En tales condiciones, en nuestro país ha sido demostrado un efecto positivo (10%) en la lactancia tras la administración de eprinomectina pour-on al parto en 6 tambos cercanos a Venado Tuerto y con moxidectin pour on en la cuenca lechera de Tandil mejorando la producción en un 3.5% en los primeros 120 días de lactación.
En lechería, las etapas de cría y recría de terneras de reposición deben ser consideradas de alto riesgo. Se torna necesario planificar los programas de control de acuerdo con el riesgo que tenga cada establecimiento en particular; considerando que para que la vaca lechera alcance su máxima expresión productiva debe tener un óptimo crecimiento y desarrollo.
OVINOS
Los ovinos exhiben un cuadro diferente, no solo en lo que se refiere a la presentación de la enfermedad, sino también en cuanto a la susceptibilidad a las parasitosis.
Se acepta que los bovinos adquieren una buena capacidad de respuesta inmune -con nutrición y sanidad aseguradaalrededor de los 12-18 meses de edad en tanto que los lanares, son susceptibles a las parasitosis durante toda su vida, aumentando notablemente el riesgo en categorías como corderos, borregos diente de leche y ovejas durante el parto y la lactación. Esta última categoría es la responsable de contaminar las pasturas con huevos de parásitos que luego darán origen a una importante cantidad de larvas infectivas en el forraje que afectarán de manera significativa a los corderos.
A diferencia de lo que ocurre en bovinos, los géneros que afectan a los ovinos exhiben una mayor estacionalidad.
Es así que los cuadros producidos por “el gusano grande del cuajo” Haemonchus contortus se presentan con condiciones climáticas de elevadas temperaturas y humedad (lluvias).
En consecuencia, es factible hallar casos de mortandad (especialmente en corderos) hacia fines de primavera, y fin de verano-principio de otoño (en borregos).
Estos cuadros se caracterizan por anemia severa y pueden producir mortandades en forma aguda, sin que los animales presenten la sintomatología típica de las parasitosis gastrointestinales (diarrea, pérdida de condición corporal, edemas, etc).
Por su parte el cuadro otoño-invernal de los lanares está dominado por “el parásito pequeño del intestino” Trichostrongylus colubriformis, que presenta una mayor sintomatología, expresada por diarreas de tipo crónico, con menores mortandades pero comprobados efectos sobre la ganancia de peso y el peso y calidad del vellón.
Infecciones por Haemonchus contortus (verano) y Teladorsagia circumcincta (invierno) en la Pampa Húmeda
PASTURAS, SISTEMAS DE PASTOREO Y RIESGO DE ENFERMEDAD PARASITARIA
a) Praderas y pastizales
Como consecuencia de un mal control a través de distintos ciclos de pastoreo, las praderas permanentes y pastizales naturales pueden acumular grandes cantidades de larvas infectivas.
El manejo de los pastoreos (sea sobre praderas o pastizales), va a determinar el riesgo de enfermedad en el sistema de producción. Así, a medida que se incrementa la carga animal, el riesgo aumenta debido a que los niveles de contaminación de la pastura suelen ser altos y uniformes en el área de pastoreo, y además los animales se ven forzados a comer más bajo, y en ciertas situaciones en cercanía de las bostas.
En invierno, el problema se agrava cuando la disponibilidad forrajera va en disminución y los animales se ven forzados a pastar cada vez más cerca de las bostas diseminadas sobre la pastura, incrementando peligrosamente el riesgo de infección al ingerir pasto de áreas con máxima densidad de larvas infectivas. Esto ocurre usualmente, ya que debido a las bajas temperaturas y el decreciente fotoperíodo, la producción de forraje se limita seriamente. Aún con suplementaciones nutricionales estratégicas, los animales mantienen altas chances de enfermarse debido a que la corta altura de la pastura (5-10 cm) garantiza la ingestión de una gran cantidad de larvas infectivas
En invierno las pasturas bajan su rendimiento, forzando el pastoreo de los animales más cerca de las bostas, lo que aumenta el riesgo de infección
Cuando el programa de control de parásitos es deficiente, los sistemas de pastoreo rotativo semi-intensivo o intensivo (PRI) lejos de ayudar a disminuir la infectividad de las pasturas, generalmente la agravan seriamente.
El aumento de la carga animal incrementa el riesgo de infectividad de las pasturas. A medida que el sistema de pastoreo se hace más extensivo, con menor carga animal y permitiendo a los animales pastorear con selección de áreas, el riesgo de la enfermedad tiende a disminuir.
b) Sistemas agricolo-ganaderos En los campos con posiblidad de hacer recría/invernada sobre cadenas forrajeras mixtas, combinando verdeos de época (avena, sorgo, maíz, etc.) con pasturas viejas y nuevas, los riesgos de la enfermedad son menores, facilitando la implementación del programa de control de parásitos. Esto se debe a que el laboreo del suelo para cultivos o implantación de praderas reduce la infectividad del campo, aunque no la elimina.
El laboreo del suelo, rastrojos, heno y forraje cortado –y sazonado- para suministro a los animales disminuyen drásticamente los riesgos de infección parasitaria.
BOVINOS
NIVELES DE INFECCIÓN DE LAS PASTURAS POR NEMATODES GASTROINTESTINALES Y POTENCIAL DE PÉRDIDAS PRODUCTIVAS EN LAS DISTINTAS CATEGORÍAS
OVINOS
NIVELES DE INFECCIÓN DE LAS PASTURAS POR NEMATODES GASTROINTESTINALES Y POTENCIAL DE PÉRDIDAS PRODUCTIVAS EN LAS DISTINTAS CATEGORÍAS
ASPECTOS BÁSICOS DE FISIOPATOLOGÍA E INMUNOLOGÍA
Como se mencionó, en el período comprendido entre el otoño y mediados de la primavera se alcanza la máxima expresión de los efectos devastadores de los nematodes durante el pastoreo. Esto se debe a que confluyen diversas variables que se complementan entre sí para generar las limitaciones en el sistema de producción:
- Alta infectividad de las pasturas.
- Establecimiento de grandes poblaciones de parásitos en los animales.
- Disminución de la cantidad y calidad del forraje en disponibilidad de pastoreo.
- Aumento de los requerimientos y stress por las condiciones ambientales (frío y humedad).
- Enfermedades concomitantes (sarna y piojos).
- La intensidad de la infectividad de la pastura.
- Nivel nutricional en cantidad y calidad.
- Tratamientos antiparasitarios (principios activos y formulaciones).
- Destrucción de las células parietales con depresión de la producción de HCl.
- Rotura de las uniones intercelulares o desmosomas con filtración de albúmina plasmática a la luz del abomaso y pasaje de pepsinógeno a plasma.
- Aumento del pH del contenido abomasal.
- Falla en la producción de pepsina.
- Limitada digestibilidad primaria de proteínas.
- Diarrea por exceso de proteínas endógenas y exógenas en el tubo y por aumento de la gastrinemia.
Si el desarrollo fisiopatológico descripto no se revierte a tiempo, se generan cambios morfológicos permanentes a nivel del aparato digestivo, caracterizados principalmente por la hipertrofia e hiperplasia de los tejidos con células sustituidas e indiferenciadas que no solo no mejoran la actividad digestiva, sino que provocan una merma importante del rendimiento (3-5 %) de los animales a la faena.
En la práctica, la expresión de la enfermedad sobre los animales puede comprender:
- Pérdidas subclínicas de peso.
- Síntomas clínicos de la enfermedad.
- Diarrea y edemas por hipoproteinemia.
- Disminución del apetito.
- Falta de crecimiento y desarrollo óseo.
- Nivel y espectro de exposición.
- Estado nutricional y tipo de alimentación.
- Tratamientos antiparasitarios.
- Enfermedades concomitantes.
Las infecciones parasitarias estimulan el desarrollo de los dos tipos de inmunidad: humoral y celular, involucrando diferentes mecanismos efectores de acuerdo con el nematode y el tramo digestivo en que se hayan establecido. Los linfocitos B y T, eosinófilos, mastocitos y macrófagos participan en las respuestas celulares. Los linfocitos se encargan de expresar las inmunoglobulinas a nivel sanguíneo (IgM, IgG, IgE) y mucosa gastrointestinal (IgA).
Desde el punto de vista del diagnóstico y el control a través de tratamientos antihelmínticos, la valoración correcta de los conteos de huevos para una interpretación apropiada y la decisión de efectuar el tratamiento y el conocimiento del patrón o perfil que presenta la enfermedad parasitaria en su etapa de patencia contribuye notablemente a mejorar los programas de control.