A fines de 2015, con los cambios en las políticas oficiales para la exportación de carnes, el sector porcino era considerando clave para avanzar en una estrategia de desarrollo de la ganadería argentina. Fundamentalmente, estaba llamada a ser un sustituto de la carne vacuna en el consumo interno, atenuando la presión de la demanda.
La actividad cumplió con creces. En cuatro años, la producción creció 30% hasta las 630 mil t equivalente res (estimado para 2019), las exportaciones 245% y el consumo local pasó de 11 a 15 kg por habitante al año.
Sin embargo, para seguir adelante hacen falta inversiones en granjas, faena y capacidad de frío. Desde el sector, señalan que en los próximos años se deberían captar unos USD 1.000 millones para dar un salto del 50% en la oferta del producto, lo que consolidaría el mercado interno y permitiría continuar desarrollando clientes internacionales. ¿Las limitantes? Principalmente falta de crédito. Por el lado del negocio, afirman que las oportunidades son enormes.
Daniel Fenoglio, de Cabaña Argentina.
“El mercado absorbe lo que se produce y podría crecer más, sobre todo si sigue aumentando la exportación de carne vacuna. La Argentina tiene condiciones naturales y abundantes granos para lograr una producción de escala, con los costos más bajos del mundo”, dijo a Valor Carne Daniel Fenoglio, Presidente de Cabaña Argentina. Y detalló que “el negocio es rentable y lo ha sido en los últimos años, más allá de alguna coyuntura”.
El salto productivo se apoyó en la expansión de las granjas intensivas. De acuerdo a datos del Ministerio de Agricultura, si bien hay casi 5.000 unidades productivas registradas, 261 son responsables el 67% de los envíos a faena.
“En su mayoría son productores nuevos y algunos que se aggiornaron e invirtieron en tecnología y en genética. No solo lograron una mejora de la productividad sino en la calidad de la carne, con la terneza, sabor, color de grasa y homogeneidad, que demandan los canales de venta”, detalló el empresario.
En la dieta familiar
El primer desafío fue la llegada del producto al público. Entre otros cambios, se pasó del tradicional lechón al cerdo adulto de 120 kg y se emprendió la comercialización por cortes y medias reses. Además, se encararon diferentes acciones de marketing.
“Todos nos consideramos expertos asadores así que fuimos por ese lado, mostrando cómo se podía incorporar el cerdo a la parrilla, con una cocción parecida al vacuno. Fue un éxito”, explicó Fenoglio. También se buscó entrar en la mesa de todos los días ya que la gente “no sabía que se podían hacer milanesas” o que había “carne picada de cerdo”.
Otro eje fue salud, se hicieron estudios de ácidos grasos y se demostró que son parecidos a los del pescado. Es decir, que la carne porcina es saludable, un tema que se difundió en los puntos de venta.
El crecimiento del mercado se fue dando junto a la construcción de la nueva imagen. “Ahora, se ve carne de cerdo en todos los canales comerciales, un logro por calidad y precio; incluso surgieron carnicerías específicas, algo que hasta hace 6 o 7 años no existía”, subrayó.
La pata exportadora
Con el floreciente mercado interno en marcha, los productores veían dos amenazas: las bajas estacionales del consumo de marzo a septiembre y la importación de productos, principalmente de Brasil, que provocaba caídas puntuales en los precios. Para contrarrestarlas, surgió la idea de desarrollar las exportaciones, y ante un mundo que requiere volumen y continuidad, el asociativismo fue el camino a seguir.
Así nació ArgenPork, un consorcio integrado por 18 granjas de cerdo que aportan el 10-20% de su producción para el mercado externo. Se maneja como una empresa usuaria de faena, aunque algunos de los socios tienen planta propia.
Guillermo Proietto, de ArgenPork.
“ArgenPork fue la forma de desarrollar las exportaciones porcinas en forma sostenida y complementar el mercado interno”, reveló Guillermo Proietto, gerente de la firma. Y agregó que “la Argentina es un proveedor muy chico y, sin este esquema, es imposible enfrentar los vaivenes del mercado internacional y la coyuntura argentina”.
El consorcio comenzó a exportar a medidos de 2017. El primer año colocó 900 t; el segundo, 4.900 t; y en este 2019, estiman alcanzar las 10.000 t, aproximadamente el 35% del total nacional. Entre los clientes, sobresalen China, Rusia, Hong Kong y países euroasiáticos. Los precios, van desde los USD 2.000 a los USD 3.000, según el mercado.
“Hoy China es una gran oportunidad, pero reciente. Cundo comenzó la peste porcina los precios estaban más bajos que en Rusia, por la gran oferta interna, con lo cual era inviable para la Argentina”, relató Proietto. En septiembre, comenzaron a subir y hoy promedian los USD 3.000 por tonelada, top a nivel global.
Sin embargo, la atracción del mercado internacional contrasta con la realidad local. “Nuestro país tiene fortalezas productivas, pero con una inflación del 50%, un tipo de cambio inestable, derechos de exportación y falta de crédito. Entonces, es difícil ser competitivos”, advirtió.
A pesar de esta circunstancia, en ArgenPork están convencidos de que las exportaciones son estratégicas. Y por eso decidieron seguir invirtiendo en el desarrollo de mercados, para lo cual los asociados tienen el compromiso de aportar para los envíos externos, más allá de que el interno sea más rentable.
“Los importadores están reconociendo la calidad del cerdo argentino, el producto gusta, pero somos muy pequeños comparados con Europa, Estados Unidos, Canadá, Chile o Brasil, por eso hay que seguir potenciando la producción”, opinó Proietto.
Mejora en eficiencia
Para Juan Manuel Bautista, Gerente Comercial de Agroceres PIC, principal proveedor de genética porcina del país, “la Argentina ha evolucionado mucho en la última década en cuanto a productividad y está al nivel de las ganaderías más eficientes, como Estados Unidos y Brasil”.
Las principales granjas del país muestran incrementos del 59% en la cantidad de kilos obtenidos por madre al año, superando los 4.000 kg de carne en algunos criaderos. “El gran salto fue la incorporación de la genómica en 2015, que potenció el trabajo que se venía haciendo en nutrición, manejo y sanidad”, sostuvo. Y resaltó: “cuando hay buena genética, la conversión es de algo más de 2 kg de alimento por kilo de carne producido, sobrepasando largamente los 3 kg que se necesitaban hasta diez años”.
Para dar el salto
Juan Manuel Bautista, de Agroceres PIC.
El mayor desafío para aumentar la producción es la inversión que requiere instalar una granja de alta productividad. “El costo por cada madre es de unos USD 8.000, incluida la infraestructura», aseveró Bautista. El país debería sumar unas 100 mil madres en los próximos años, lo que significaría USD 800 millones, y desembolsar otros USD 200 en plantas frigoríficas y logística de frío.
Además del crédito, “los otros factores a resolver son la recuperación del IVA a las inversiones (la carne porcina pasó a tributar 10,5% de IVA, generando saldos para el sector) y el combate de la actividad informal”, destacó Fenoglio.
Sin embargo, los protagonistas son optimistas.
En el plano internacional, más allá de la coyuntura de China, “quedan oportunidades gigantescas en mercados como Corea, Japón y países del sudeste asiático que son grandes consumidores de cerdo. Nuestros niveles de exportación son muy bajos, están en el 2% de la producción. Hay que seguir abriendo y desarrollando mercados”, advirtió Proietto.
“El mercado interno tiene mucho para crecer por su propio desarrollo y por los espacios que debería dejar la carne vacuna si queda liberada su exportación sin restricciones”, prosiguió Fenoglio. Para finalizar, destacó que sería muy positivo que las nuevas autoridades vieran al conjunto de las carnes como un sector estratégico. “Sería un poderoso polo generador de alimento, trabajo y divisas. Solo se necesitan reglas claras y de largo plazo”, concluyó el empresario.
Por Marcos Lopez Arriazu, Jefe de Redacción de Valor Carne