fines de 2015, y con la llegada de la nueva administración, el precio del maíz comenzó a recuperarse. Así comenzó a desaparecer la rentabilidad extraordinaria que le daba al engorde a corral un precio artificialmente bajo para el grano.
Hoy, al acelerarse la devaluación, el maíz (bien transable) toma un nivel prohibitivo para el feedlot, que puede transferir sólo en forma parcial la fuerte caída de sus márgenes de utilidad al valor del ternero. Este año la zafra de terneros es la más alta de la historia, el feedlot está perdiendo mucha plata y el valor del gordo, la locomotora de toda la cadena, no reacciona.
El feedlot no puede transferir totalmente sus pérdidas al valor del ternero, porque estacionalmente la oferta de invernada es muy escasa. Y porque además queda todavía el suficiente número de invernadores o productores mixtos –la mayoría con pasto o con alimento propio– que están en condiciones de pagar los precios actuales del ternero. En el esquema de feedlot subsidiado por el bajo valor del maíz, que rigió varios años, el ternero se beneficiaba con ese sistema de precios relativos: un consumo (90 por ciento de la demanda) muy firme, rentabilidad en los corrales, y un “derrame” de ingresos a la cría. Hoy el feedlot está en crisis, la oferta de terneros se ha recuperado, el gordo no tracciona y la relación carne/grano es de las peores de la historia.
El primer eslabón
La cría no encaja, al menos por ahora, en este nuevo esquema donde el novillo pesado de exportación vale más que el de consumo.
El precio del ternero de invernada guarda una correlación inversa con el precio del maíz. Desde octubre de 2015, el precio real del ternero bajó un 24 por ciento y el precio real del maíz subió un 106 por ciento. Hace poco, en una universidad de Estados Unidos, un profesor nos dijo: “Si el maíz fuera gratuito, el valor del ternero tendería al infinito”.
También un amplio sector del feedlot contribuye a sostener los valores de la invernada. Son las empresas que producen su propio alimento (heno, silaje, grano), y que producen carne a un costo de unos 45 pesos por kilo ganado. También los corrales que son propiedad de matarifes, frigoríficos o supermercados y los que están lejos de los puertos y aprovechan los menores precios de los granos. O los feedlots que aprovechan localmente algún subproducto de la molienda del maíz. También pagan este valor del ternero los corrales que hacen además una recría previa al encierre, en campo propio o alquilado, recría cuyo costo (20 a 25 pesos por kilo ganado) permite licuar las pérdidas que se registran luego en el corral. Y pagan también estos valores los engordadores que no hacen cuentas o las hacen mal. Entre todos, le ponen un piso a la caída del valor del ternero. En la historia reciente hay experiencias desastrosas entre los que han vendido el gordo y se han quedado con la plata en el banco a la espera que baje la invernada.
Como un paliativo a los bajos precios reales del ternero, el criador se beneficia con la fuerte suba en el precio relativo de la vaca gorda y el precio de la manufactura o conserva. Debe recordarse que en una explotación de cría, entre 30 a 35 por ciento de los kilos que se venden son de la categoría vaca. Esta mejora en el valor de venta de la vaca queda parcialmente compensada por el bajo precio (en términos absolutos y en relación al macho) de las terneras, que son actualmente discriminadas en el mercado, especialmente si son livianas.