En el presente artículo intentaremos desmenuzar la información dura que arrojan los datos, las acciones que se están llevando a cabo, y la incidencia de la situación macroeconómica, expresando nuestra humilde opinión sobre las posibles direcciones que, a partir de esto, podría ir tomando la cadena de valor del sector.
Para ello, resulta insoslayable comenzar asumiendo que el negocio ganadero, al menos desde el lado de la producción primaria, se encuentra en uno de sus peores momentos. Como se observa en el siguiente gráfico publicado sobre “Resultados Económicos Ganaderos” de junio de 2018 (ministerio de agroindustria), las actividades de cría y ciclo completo se encuentran, medidos en moneda constante, cerca de los mínimos de toda la serie junto a los resultados del año 2013. Esto es un 40% menos que lo registrado en 2011 y 2015 (máximos de la serie). Si esta dinámica se mantuviera podríamos decir que nos encontramos próximos a retomar lentamente una mejora en los niveles de márgenes brutos. Si bien, varios indicadores estarían mostrando que en los próximos meses esto podría suceder , no ahondaremos sobre ellos en este momento.
En líneas generales, esta merma de la renta del negocio ganadero tiene como factor fundamental la inflación que impulsa todos los costos de producción, con un valor de la hacienda que ha venido aumentando en niveles muy inferiores a esta. Por otro lado, pero por las mismas causas, también se advierte un deterioro del salario real que, al depreciar su poder de compra, encuentra limitantes para su capacidad de demanda. Por último, también se debe destacar un nivel de exportaciones que recién ahora parece haber encontrado, de la mano de la devaluación, niveles de precios internacionales que permitirán tonificar su dinámica, aunque no sin antes enfrentar la dificultad de conseguir los novillos necesarios, y que brillarán por su ausencia, en vistas de los niveles actuales de faena de los mismos respecto de su stock en el rodeo nacional.
Esta coyuntura negativa del sector tiende a desalentar a muchos agentes que participan de esta gran cadena, sembrando la sensación de que, nuevamente, se desvanece la idea del negocio próspero y sustentable, y se convalida una vez más la noción colectiva de otra “oportunidad perdida”.
Según nuestra opinión, esta coyuntura está mucho más ligada a la realidad macroeconómica que impera en nuestro país, que a lo que acontece puertas adentro de cada proceso de nuestra cadena de valor. Luego de la euforia compartida luego del cambio de gobierno, estaba claro que muchos indicadores habían llegado a su techo y que era necesario moderarlos en pro de un crecimiento sostenido, basado en cambios estructurales de fondo, y no en aventuras desmesuradas funadas en la falsa premisa de que todo iba a valer el doble de la noche a la mañana. Así es como muchos neo emprendimientos ganaderos, que seducían a sus inversores con rentas superiores al 30%, tuvieron que conformarse con un poco más del 10% en pesos, perdiendo por mucho contra la inflación.
Por otro lado, y dando fundamento a nuestro propio optimismo, destacamos que después de mucho tiempo el sector ha dejado de hacer diagnósticos estériles, pasando a la acción de encausar las soluciones de fondo a varios de los problemas estructurales de la cadena. El coordinado trabajo que está realizando el sector privado junto con los organismos del Estado vinculados al negocio ganadero, al menos resulta esperanzador. En el marco de la mesa de Ganados y Carnes, se está avanzando con vigor sobre los temas prioritarios que deben ir resolviéndose a los efectos de reconvertir al negocio ganadero en uno que se rija definitivamente por las reglas del mercado, prescindiendo del hasta entonces simpre presente oportunismo, que en lugar de premiar el trabajo a conciencia y la eficiencia, lo castiga merituando un negocio de oportunidad, tenencia y deslealtad comercial.
El Estado debe aportar (y pareciera que está en busca de ello) las condiciones para que el mercado se desenvuelva fundamentalmente en un marco de lealtad comercial . Esto es, minimizando sus posibles intervenciones, limitando las mismas a garantizar la igualdad y transparencia entre los agentes de la cadena, así como la simetría en la información disponible para reducir las conductas posiblemente abusivas entre los distintos actores que interactuan en el aporte de valor a la cadena. Si logra construir un mercado “sano”, este se encargará de determinar hacia dónde y de qué forma continuará desarrollándose el negocio ganadero.
Dentro de estas acciones cabe destacar la eliminación de todo tipo de desincentivos a las exportaciones, el avance sobre la deslealtad comercial, la implementación de un sistema de clasificación y tipificación que mejoren la calidad y la simetría de la información, y el trabajo para la apertura de nuevos mercados internacionales, siempre velando por el cumplimiento de los requisitos sanitarios acordes para la conservación de los mismos.
Desde ya que el impacto de todas estas acciones en la coyuntura resulta reducido, principalmente debido a la dificultad de la implementación (cambios estructurales en muchos casos), y a que todas tienden a generar una cadena leal, transparente y virtuosa, pero que en definitiva siempre dependerá de las decisiones de inversión de los partícipes de la misma. Por todo lo dicho, y en resumen, las condiciones macroeconómicas que inevitablemente afectan, inciden, y aceleran o postergan las decisiones, darán lugar a lo que llamamos “la trampa” del corto y el largo plazo.
Finalmente, creemos que se está trabajando bien y en forma coordinada entre el sector público y privado para ordenar la cadena, y que tal trabajo reviste carácter de primordial si aspiramos a un sector renovado que pretenda dar un salto de calidad abandonando los vicios del pasado. Por otro lado, las dificultados ofrecidas coyunturalmente por el contexto macroeconómico nacional, resultarán clave a la hora de impulsar o postergar las decisiones de inversión necesarias para lograr el desarrollo pretendido una vez adecuado el marco institucional sectorial.
Así estamos, con una coyuntura que afecta la inversión actual necesaria para explotar el largo plazo, a la espera de señales de un nuevo envión en el crecimiento económico, y de una continuidad de las acciones que se vienen desarrollando más allá de los plazos electorales del año que viene. (Desición Ganadera)