Coincidimos en la necesidad de ser una nación normal, con gobiernos normales, como la mayoría de los países avanzados. Es por ello que a la hora de viajar coincidimos en ir a esos países por capacitación, vacaciones y demás.
Somos coincidentes a la hora de opinar sobre Alemania o Venezuela, sin duda, distinguimos la diferencia.
Pero no siempre somos predecibles, no siempre coincidimos, sobre todo cuando nos tocan el bolsillo, cuando nuestra rentabilidad es la que se resiente, es ahí donde se produce el quiebre entre lo que sabemos que es correcto, porque es lógico, porque en el mundo así lo hacen.
Es ahí donde se produce la grieta entre las convicciones y los intereses personales. No hay duda del valor de las convicciones pero a veces la conveniencia personal cotiza más alto.
Cerrar las exportaciones de carne fue una de las aberraciones más notorias del gobierno anterior, que afectó al sector agropecuario con secuelas en toda la cadena y en especial a la industria frigorífica, que perdió miles de puestos de trabajo. Obviamente, todos los que pensamos y queremos un país normal repudiamos aquella medida.
Las malas praxis de los gobiernos populistas, es coincidente e incluso predecible. Generalmente hacen exactamente al revés de lo que debería hacerse. Beneficio de corto plazo y daños irreversibles de mediano y largo plazo. No es casualidad de que Argentina ocupe el lugar que ocupa, muy lejos de Canadá y de Australia, otrora compañeros de aula.
La gran contradicción de estos últimos meses se produce en el sector ganadero cuando funcionarios del gobierno normal que tanto añoramos, junto a supuestos dirigentes de raíz rural, toman decisiones que atentan contra el futuro del país, de toda una nación que rema en el lodo para lograr el título de país normal, predecible y confiable.
Es difícil comprender y que nos comprendan de otros países cuando hablamos de cambio. Seguramente no obtendremos resultados diferentes haciendo lo mismo. ¿Cómo explicar que todavía existan dirigentes de instituciones agropecuarias, especialistas de la actividad, referentes, productores ganaderos, con posturas en favor de faenar “terneras de 260 kilos”, menos de la mitad del peso con el que faenan en todos los países del mundo?
El cambio debería unirnos para exigir al gobierno nacional que instruya normativas estrictas, en virtud de proyectar un plan ganadero serio e instituirlo como política de estado de largo plazo, con medidas que contemplen elevar el peso de faena bovina de forma gradual a un ritmo lógico y posible de 30 kilos por año en machos y 20 kilos en hembras, para que en 2023 el peso mínimo sea de 450 y 400 kilos respectivamente.
De esta manera, a partir de 2023, ya con la trazabilidad obligatoria de todo el rodeo nacional, se podrían implementar bonificaciones controlables para los kilos excedentes. El 2025 debería encontrar a la ganadería argentina en una situación similar a los demás países del mundo.
“La ganadería de precisión” que se parafrasea como muletilla infaltable en las charlas de consultores y referentes de la actividad, debería ser correspondida con acciones contundentes en tal sentido. El peso de faena, no puede ser tema de debate. Los ABC de la lógica del mundo deben resolverse de forma simple, en virtud de enfocar el tiempo y la energía en los temas de real trascendencia, especialmente los referidos a la salud y bienestar animal, medio ambiente y trazabilidad.
Latinoamérica, liderada por Brasil y Argentina, tiene la responsabilidad de ser parte de la solución a la demanda de proteínas que el mundo necesita. El agro, de la mano de la ciencia y el esfuerzo de los productores puso a nuestro país en el centro de la escena. La ganadería solo tiene que seguir la huella.
Nota de redacción: el autor es CEO/Presidente de la firma ganadera Conecar.