Pese a la pérdida de superficie en manos de la agricultura, la actividad creció de la mano de la maquinaria para forrajes, los concentrados y otros insumos
La tecnología moderniza la ganadería: mejoras en productividad frente al avance agrícola
La producción de granos de la Pradera Pampeana compite con la ganadería por el uso de la tierra. Pero mientras que en las últimas tres décadas los granos se multiplicaron casi por cuatro, la ganadería mostró un crecimiento mucho más modesto, siete y diez por ciento para la carne y 60% para la leche. El crecimiento de la producción agrícola resultó no solo de la reasignación de 20 millones de hectáreas de agricultura a ganadería, sino fundamentalmente, de un fuerte aumento en la productividad agrícola, que contrasta con lo ocurrido en ganadería. En efecto, mientras que la Productividad Total de Factores (cociente entre producción y el total de insumos empleados) aumentó entre un 1 ½ y 2 % anual en agricultura, en ganadería los aumentos fueron mucho más modestos. Podemos entonces preguntarnos: ¿Que está pasando con la productividad de la ganadería argentina?
Contestar esta pregunta no resulta sencillo. El aumento del área agrícola, con la correspondiente reducción en la dedicada a ganadería, induce a pensar que ha ocurrido una mejora en eficiencia: aumentó el producto obtenido por unidad de superficie empleada en la actividad. En efecto, entre 1990 y 2020 la carga animal (cabezas por hectárea) existente en la Pradera Pampeana aumentó de aproximadamente 0,7 a 1 cabezas, lo cual implica un cambio del orden del 40 por ciento. Pero no sólo aumentó la carga, sino que la tierra que salió de ganadería es en general de mejor calidad que la que permaneció en esta actividad. En consecuencia, la “calidad promedio” de la tierra ganadera bajó.
Puede argumentarse que la creciente productividad agrícola “empujó” al productor ganadero a ser más eficiente. Pero esta explicación descansa sobre el cuestionable supuesto de que antes de la expansión agrícola, existían oportunidades desaprovechadas en cuanto a prácticas de producción en ganadería. En otras palabras, la ganadería era “ineficiente”.
Una explicación alternativa es que el aumento en el margen agrícola indujo a cambios en la proporción de factores empleados: se redujo el uso de tierra, pero aumentó simultáneamente el de otros insumos que sustituyen a la tierra. En efecto, existen evidencias de este proceso. En producción de leche, hacia 1960 el pastoreo directo de pasturas y verdeos representaba 90 por ciento de la dieta. Actualmente es del 30/40%, habiendo aumentado en forma simultánea el empleo de concentrados y reservas. Pero claro, la producción de estos alimentos también requiere tierra. La diferencia es que la cosecha ahora no la hace en forma directa el animal, sino una máquina, lo cual – bajo ciertas condiciones – aumenta la eficiencia con que material vegetal se transforma en producto. En definitiva, las “máquinas” sustituyen a la tierra.
Según datos de la cámara que agrupa a contratistas forrajeros, las hectáreas cosechadas para silaje aumentaron de unas 100.000 a comienzos de la década del 2000, a más de dos millones en 2023. En el caso del maíz, la creciente “brecha” entre superficie sembrada y la cosechada para grano que muestran las estadísticas oficiales resulta evidencia de este proceso.
El desarrollo del sector de contratistas acompañó al aumento en la demanda de servicios de producción de reservas forrajeras. La inversión necesaria para conformar un equipo forrajero ronda en los US$ 1 millón, lo cual implica la necesidad de contar con empresas especializadas que puedan repartir el costo de esta inversión en un número importante de hectáreas. La creciente demanda por estos servicios tiene entonces como consecuencia “economías externas” a la empresa productora de carne o leche, ya permite a éstas acceder a servicios a menores precios.
Más comunes
El engorde a corral y los tambos estabulados, ambos muy infrecuentes hace tres o cuatro décadas, son mucho más comunes hoy. Pero esto ocurrió no sólo por el aumento en el margen agrícola (que indujo a “ahorrar” tierra), sino también por una caída en la relación de precios entre el concentrado y el producto (carne o leche). En efecto, tomando como valor = 100 a este precio relativo en la década del ‘90, el alcanzado en 2010-2020 ronda en 70-75, o sea este insumo se ha abaratado. El resultado fue que, entre el 2000 y el 2020 el uso forrajero de maíz y de soja casi se duplicó, pasando de 6,6 a 12 millones de toneladas anuales. Está por verse cuál será la tendencia si cambian aranceles a la exportación.
Pero volviendo a la pregunta inicial: ¿Qué ha ocurrido con la productividad ganadera? Si somos optimistas, podemos decir que ha aumentado, pues ahora esta actividad emplea menos tierra que antes, habiendo aumentado la producción. Pero esta reducción en el uso de tierra fue acompañada por un aumento en el uso de forrajes procesados y concentrados, así como de otros insumos. En cuanto a eficiencia, la Productividad Total de Factores, y no la productividad de la tierra, es la métrica relevante. Y esta medida de productividad no resulta sencillo de ser mejorada. No hay “varita mágica”. Las posibles soluciones vienen de reorganización, dedicación gerencial y un flujo continuo de nuevas tecnologías de instituciones como INTA, Universidades, CREA y por supuesto también de profesionales independientes.
El autor integra la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria y la Universidad del CEMA
Por Marcos Gallacher
Fuente: lanacion.com.ar
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