Datos oficiales de 2019 dan cuenta que La Pampa detenta el 8,3% del total de pasturas del país, es decir 22,5 de 271 millones de toneladas. Por mejoras en la línea de lluvias se creció de una campaña a otra 21% pasando del sexto al quinto lugar en el país.
Un destacado trabajo interdisciplinario de técnicos de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA); Asociación de empresarios agropecuarios (Aacrea), el INTA y la Secretaría de Agricultura de la Nación -que se realiza desde 2014- da cuenta del mapa de productividad forrajera del país. Esta herramienta de acción -financiada por el IPCVA- es clave para diagnosticar y planificar la prospección forrajera en sistemas ganaderos, aumentando la eficiencia de la producción bovina y a su vez disminuyendo el impacto ambiental. A partir de este estudio, La Pampa es quinta (era sexta en 2014) en producción forrajera, cifra que aumentará en la medida que continúe recuperándose el stock ganadero que ya superó nuevamente las 4 millones de cabezas.
Según el INTA-Anguil La Pampa sufre una continua degradación de sus recursos naturales por la intensa intervención del hombre, acelerada por el avance de la agricultura en tierras dedicadas a la ganadería. Lo mismo ocurrió a principios del siglo pasado, cuando el desmonte y la incorporación de tierras al cultivo de trigo y otros cereales se extendió. El resultado fue un acelerado proceso de erosión del suelo, pérdida de especies vegetales autóctonas y, finalmente, desertificación de áreas del territorio regional.
Forrajeras como nunca.
La ganadería local, de base pastoril, demanda optimizar la producción y mejorar la utilización de los recursos forrajeros. Las características heterogéneas de estos recursos y los objetivos del sistema de producción, requieren una planificación ajustada a cada departamento provincial, sea aquel de cría, recría invernada o engorde. El accionar de los animales en pastoreo produce cambios estructurales en las comunidades vegetales que afectan diversos procesos ecológicos y son determinantes en la producción animal.
Buen parte del aprendizaje para optimizar la producción y la utilización de forrajes se deben nuestra Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam). Aquella dota a sus estudiantes de conocimientos teóricos sobre la relación genotipo-ambiente, crecimiento y dinámica de las comunidades vegetales, la interacción animal-pastura y su integración en el diseño de tecnologías de producción y utilización del sistema ganadero.
En el país hay 271 millones de toneladas de forrajes (casi dos veces y media la producción de granos que superará los 140 millones de toneladas) y en La Pampa por encima de los 5 millones de toneladas de granos gruesos y finos. Como puede apreciarse en el cuadro anexo, lideran los bonaerenses y santafecinos con 69,7 y 39,2 mill/ton. Le siguen Córdoba con 33,8; Corrientes 28,2 y La Pampa con 22,5 millones de toneladas. En porcentaje tenemos el 8,3% del total de la producción forrajera nacional.
Pasturas y ganado.
Según especialistas en el tema, la utilización sustentable de los pastizales en la producción ganadera locales son la mejor opción para producir bienes y servicios económicos ambientales, manteniendo los recursos naturales y en las zonas semiáridas y áridas pampeanas, única fuente genuina de ingresos productivos.
La producción eficiente de pasturas y forrajes conservados (máxima producción de forraje de alta calidad con el mínimo de recursos necesarios) mejoran la competitividad de los sistemas ganaderos, es un complemento de la agrícola y beneficia la conservación de los recursos naturales.
La superficie con suelos de aptitud agrícola, sobre los cuales se dejó la actividad ganadera, no volverán a pasturas bajo pastoreo directo y esto implica nuevos desafíos para la investigación, básicamente referidos a aumentar la producción de carne y leche en ambientes edafoclimáticos más desfavorables.
Si bien hace décadas, tanto en el INTA como en la UNLPam se cuantifica la productividad de los recursos forrajeros naturales e implantados, hasta ahora ningún estudio sintetiza tanto esa información a escala regional y nacional de forma integrada que permita considerar la heterogeneidad espacial de aquellos recursos para la producción cárnica.
De acuerdo con el mapa, Argentina posee una productividad anual de recursos naturales y cultivados de 271 millones de toneladas por año, una cifra que permite dibujar futuros escenarios de producción ganadera en sistemas pastoriles. Asimismo, detalla que la productividad anual de la Mesopotamia va entre 3 mil y 7 mil kilos por hectárea, mientras que en las regiones Pampeana y Chaqueña es entre 2 mil y 5 mil y para la Patagonia es menor a 2 mil. Tales resultados muestran estimaciones de productividad forrajera a una escala que permite visualizar la heterogeneidad natural a nivel de cada departamento provincial.
La productividad anual a nivel país para 2020 está estimada en 330 millones de toneladas de materia seca por año, valor 27% mayor al de la estimación anterior. El mapa se desarrolló a partir de la integración de datos ambientales, uso de la tierra y productividad forrajera con información del Censo Nacional Agropecuario, estimaciones de referentes zonales sobre el porcentaje de pasturas, verdeos y campos naturales de cada región.
Variedad de cultivos.
Los cereales de invierno, en particular los cultivos de avena, cebada, centeno y trigo, representan una de las alternativas más promisorias destinadas a conservar forrajes y granos de alto valor nutricional para los más exigentes planteos intensivos de producción de leche y carne en la provincia. Aquí los ensilajes clásicos provienen de cultivos de verano como maíces y sorgos. No obstante, el abanico de opciones forrajeras para conservar nutrientes es más amplio aún.
Según los agrónomos todos los forrajes son potencialmente «conservables» como fuentes de nutrientes, con más o menos proteínas; carbohidratos solubles o fibra digestible, de acuerdo a su tipo, es importante subrayar que las variables de mayor impacto, el rendimiento de materia seca y el valor nutricional del producto final ensilado son factores críticos para modelos de alta carga y alta producción individual.
El INTA considera los diferentes tipos fisonómicos de vegetación naturales presentes (incluye áreas boscosas y pajonales), en La Pampa se identifican 10 zonas geográficas. En función de diferencias particulares en la vegetación natural, en algunas de esas zonas se distinguen diferentes áreas con características propias. La importancia práctica de atender estas diferencias en la vegetación natural, radica en que cada área posee una diferente composición del pastizal que resulta determinante tanto de la magnitud de la oferta forrajera y su distribución a lo largo del año, como de la presencia de diferentes especies herbáceas valiosas para el ganado, y del manejo forrajero más racional de las mismas.
Dejando de lado los principales forrajes cultivables, los más importantes forrajes herbáceos nativos de La Pampa son la Flechilla fina, la Flechilla negra, el Unquillo (poa); Pasto hilo; Cebadilla pampeana; Pasto fino; Centenillo; Trébol de carretilla; Alfilerillo; Cortadera; Flechilla crespa; Pasto crespo; Pasto colorado; Pasto plateado; Plumerito; Penacho blanco; Sorgo de monte; Cola de zorro; Pasto salado; Pelo de chancho y el Tupe (ajo macho). En arbustos (ramoneo) tenemos el Palo azul; el Solupe; Llaollín y Zampa. Finalmente en árboles (chauchas) el Caldén, Algarrobo y Alpataco. También la jarilla, piquillín y la chilladora.