Las semillas genéticamente modificadas (GM) se han impuesto definitivamente en el mercado mundial, y la revolución de la biotecnología avanzada se ha convertido en el nuevo sentido común de una época en la que es estratégico incrementar la producción de alimentos.
Los sembradíos con semillas GM cubrieron un récord de 185 millones de hectáreas en 2016; y Brasil, convertido en el segundo productor mundial de agroalimentos después de Estados Unidos, ha sido el país donde más rápidamente ha aumentado la utilización de semillas GM, con una expansión de 44 millones de hectáreas el año pasado. Es un alza de la superficie sembrada con productos genéticamente modificados de 11% en 12 meses.
Esta situación se contrapone con lo ocurrido en el 2015, cuando la superficie sembrada con GM en el mundo se redujo 1% en el año, y pasó de 181,5 millones de hectáreas en 2014 a 179,7 millones de hectáreas un año después.
Este leve retroceso ocurrió después de 19 años consecutivos de expansión, y fue consecuencia de la caída de la producción agrícola debido a los bajos precios de los productos agroalimentarios provocados por el shock de oferta de las cinco supercosechas norteamericanas de los últimos 6 años, las mayores de la historia mundial.
Más de 90% de la producción agrícola de Estados Unidos –maíz, soja, algodón- se realiza con productos GM que cubrieron más de 70 millones de hectáreas en 2015.
La producción de los farmers del Medio Oeste norteamericano se ha volcado ahora hacia la utilización de nuevas semillas genéticamente modificadas, ante todo para la producción de papas y manzanas, entre otros cultivos.
Según la red global que promueve el uso de los bienes biotecnológicos (Isaaa) hay 85 nuevos productos GM en la fase de experimentación, inmediatamente previa a su colocación en el mercado.
Muchos responden a la línea más avanzada de la ingeniería genética fundada en la “edición del genoma” según el principio de la precisión milimétrica de incorporación o modificación de nuevos genes en las plantas existentes o por crearse.
Se trata de una nueva fase de la revolución biotecnológica, que se encuentra solo en su etapa inicial, previéndose el pleno despliegue de su extraordinario potencial en los próximos 5 años, sobre todo en Estados Unidos, el país-frontera del sistema agroalimentario donde “…el futuro llega primero”, como ya decía el pensador francés Alexis de Tocqueville, en las primeras décadas del siglo XIX.
El mercado de las semillas GM tuvo un valor de 15.800 millones de dólares en Estados Unidos en 2016, y representó 35% del comercio mundial de semillas, que alcanzó un valor de 45.000 millones de dólares el mismo año.
La fusión de Bayer y Monsanto en 2016 a través de un acuerdo de 66.000 millones de dólares, está directamente vinculado con los cambios del mercado mundial de semillas genéticamente modificadas.
La nueva fase de la revolución biotecnológica liderada por la ingeniería genética requiere enormes inversiones en investigación y desarrollo (R&D).
Esto es lo que fundamenta el extraordinario proceso de consolidación de la industria, con fusiones y adquisiciones como la de Down Chemical y Dupont; y la de ChemChina y Syngenta, entre otras.
Esto sucede cuando es necesario aumentar la producción mundial de agroalimentos en más de 40% en los próximos 20 años (y más de 70% en 2050), según las proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), como única forma de garantizar la seguridad alimentaria global.