Marcos Formica es ingeniero zootecnista y casualmente terminó trabajando en el desarrollo de maquinaria para alimentar a los animales. Porque como bien explica, hasta los cabezales maiceros (en los que la fábrica cordobesa Mainero se destaca), recolectan granos que van a la dieta de todo bicho que camina y va a parar al asador.
La irrupción de las máquinas forrajeras en nuestro país se dio allá por la década del ’80, cuando las actividades ganaderas intensivas, en especial la lechería, se empezaron a profesionalizar para apuntar a mejores rindes medios anuales. Para esto fue necesario estabilizar la dieta de los animales a lo largo de todo el año, sin que haya baches productivos ante la baja oferta de comida en el invierno. Aparecieron así máquinas para cortar y guardar el pasto que sobraba en la primavera y que permitían racionarlo durante todo el año.
Las segadoras (cortadoras), rastrillos (hileradores) y rotoenfardadoras (enrolladoras) empezaron a ser fabricados por empresas metalúrgicas locales, como aquellos que fundaron Carlos Miguel Mainero, Carlos Rocco Bernardi y Francisco Lambertini.
Desde aquel inicio las máquinas forrajeras nacionales tuvieron que competir mano a mano con los equipos importados. Marcos Formica, que es responsable de Investigación y desarrollo de Mainero, afirma que “competimos de igual a igual y muy bien, y en hasta algunos casos hacemos mejores equipos”. Se refería a una enrolladora que puede trabajar con pasturas o con rastrojos de maíz o sorgo por igual, y que es única en el mundo.
Con lo de igual a igual, el experto se refiere a que los equipos importados no pagan aranceles para ingresar al país. No hay protección que valga.
Aquí la nota completa con Marcos Formica:
Con estos desarrollos, el productor ganadero pudo comenzar a planificar mucho mejor su actividad, al confeccionar los rollos que le permitían tener pasto todo el año. Luego, en zonas de buena fertilidad donde el maíz se daba bien, empezó a florecer la técnica del picado de planta entera, picado grueso por aquella época.
En ese rubro, Mainero desarrolló una máquina de arrastre para dicha tarea que iba al costado del tractor y tenía dos surcos de ancho de trabajo. Más tarde, la técnica fue muy bien adoptada por los productores lecheros y para mediados de la década de los ’90, con la apertura de los mercados, entraron las grandes máquinas autopropulsadas de afuera, como las Claas y New Holland.
Formica destacó una curiosidad en la evolución de la maquinaria agropecuaria: “Mientras los equipamientos agrícolas han ido creciendo en potencia y capacidad de trabajo, sea tractores, cosechadoras, pulverizadoras; las máquinas forrajeras, como la rotoenfardadora, no creció en consumo de potencia o tamaño, sino que cambió la duración del tiempo de confección. Antes hacíamos un rollo en 4 minutos y hoy en 40 segundos”, ejemplificó.