La demanda no cede. El consumo interno, pese a la percepción general de que está muy débil, en marzo se ubicó en los 48 kilos per cápita, exactamente el mismo nivel que un año atrás.
Es decir, no ha bajado, pese a que los precios al mostrador subieron un 80 por ciento en el último año, contra 42 por ciento de precios al consumidor y 35 por ciento de los salarios.
Es un caso notable de inelasticidad de la demanda. La exportación, por su parte, que el año pasado embarcó 900 mil toneladas, arrancó el año con un aumento en los volúmenes vendidos del orden del 22 por ciento, con muy buenas perspectivas para el segundo semestre, que es cuando estacionalmente crecen las ventas al exterior.
Hay menos oferta de novillitos y vaquillonas; es cierto, pero en realidad estamos asistiendo a algo muy parecido a un shock de demanda, como hace décadas no se veía: el consumo no quiere bajar de los 45-48 kilos, y la exportación refleja el buen momento que están pasando en el mundo las ganaderías con saldo exportable.
Menos vacas
En 2019, con una faena de 2,86 millones de vacas sobre un stock inicial para esta categoría de 23,5 millones de cabezas, la extracción fue del 12,7 por ciento y el número de vacas cayó en 560 mil animales al final del ejercicio.
El año pasado la faena y la extracción cayeron, pero igual ambas variables se habrían ubicado por encima de los índices de equilibrio, por lo que puede esperarse otra caída en el stock de vacas a diciembre del 2020.
En los tres primeros meses del 2021, la faena de vacas experimentó un nuevo aumento (4,7 por ciento), lo que, relacionado con un stock de vacas a principios del 2021 que descontamos será inferior al año anterior, daría –de continuar esta tendencia– una tasa de extracción anual (12,4 por ciento) superior a la considerada como de equilibrio en los últimos años, que sería del orden del 10,4 por ciento (relación faena/stock).
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La faena de vacas puede haberse acelerado por la seca que castigó a gran parte del país hasta hace unas semanas, y por el excelente precio relativo de esta categoría, que podría haber inducido a muchos criadores a vender vacas útiles, fenómeno que en otros países ganaderos ha sido llamado “la tentación del precio”.
Se vende además mucha vaca de tambo –más que la media histórica– para compensar la caída de rentabilidad de la explotación lechera.
De no haberse registrado este repunte en la faena de vacas, la participación de las hembras en la faena, que en marzo fue del 45,6 por ciento –contra 46,6 por ciento del año pasado y 49,3 por ciento del 2019– habría sido en marzo seguramente más baja, ubicándose en una zona entre el equilibrio y la retención.
Esto podría haber sido así porque durante el mes pasado se observó una caída considerable en la faena de vaquillonas, mientras sigue muy reducida –y a la baja– la faena de terneras.
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Debe recordarse que en la Segunda Campaña de Vacunación contra la Aftosa 2020, terminada en diciembre último, y en la cual se vacunaron solamente animales menores (29,8 millones de vaquillonas, novillos, novillitos y terneros), se encontró un 3,1 por ciento menos de hacienda que en la primavera del 2019.
Proyectando esta caída al total del stock ganadero, o sea proyectando esa caída a las vacas y toros que no fueron vacunados, la reducción a diciembre último podría ser de hasta 1,6 millones de cabezas.
Durante 2019, con una tasa de extracción del 25,3 por ciento, la caída del stock ganadero fue de unas 547 mil cabezas; en 2020 la extracción subió al 25,7 por ciento, por lo que puede esperarse una nueva caída del stock al final de ese ejercicio.