La agricultura llegó a nuestra región desde hace unas décadas y se ha mantenido dentro de valores relativamente estables en los últimos años. En algunas regiones puntuales se realiza como actividad única, pero en la mayoría de nuestros campos convive con la ganadería, ocupando pequeñas superficies.
Esto ha provocado una modificación de nuestros sistemas ganaderos, utilizando tierras de inferior calidad para generar las reservas de comida para el invierno (silajes-verdeos-pasturas), y ha introducido nuevos recursos dentro de la dieta de las vacas, como son los rastrojos (pastoreados en el invierno post cosecha).
De una u otra forma, la superficie destinada al pastoreo directo de las vacas, se ve reducida durante el verano. Esto hace que, a pesar de ser una zona dominada por pastizales naturales de crecimiento primavero-estival, exista y se reitere un déficit de forraje en esta estación si las lluvias no son del todo benévolas.
Es común encontrar durante el verano lomas y media lomas parcialmente inutilizados por estar con cultivos; pasturas reservadas para rollos; promociones de raigrás cerradas por semillazón; festucas tóxicas cerradas para evitar problemas de festucosis; etc.; y bajos dulces y alcalinos con pastizales naturales más o menos degradados, iniciando su ciclo de crecimiento.
Este inicio de crecimiento será diferente de acuerdo al trato previo recibido por el potrero, nivel de cobertura remanente, proporción de especies deseables, y su contenido hídrico edáfico.
Todos estos factores afectarán positiva o negativamente el inicio de la etapa de crecimiento y determinarán, junto a las lluvias de la estación de crecimiento, su productividad, pudiendo registrarse desde tasas de crecimiento bajas y retraso en el inicio de rebrote en pastizales degradados por sobrepastoreo, hasta tasas muy altas, asociadas a pastizales en buena condición y veranos húmedos (Gráfico 1).
Todos estos factores afectarán positiva o negativamente el inicio de la etapa de crecimiento y determinarán, junto a las lluvias de la estación de crecimiento, su productividad, pudiendo registrarse desde tasas de crecimiento bajas y retraso en el inicio de rebrote en pastizales degradados por sobrepastoreo, hasta tasas muy altas, asociadas a pastizales en buena condición y veranos húmedos (Gráfico 1).
Algunas pautas
Luego de las inundaciones sufridas durante el invierno que finaliza, es común observar por un lado potreros de bajo dulce aún con agua, con baja carga de malezas, y buena cobertura, en buena condición, aunque con sectores dañados por pisoteo. Por otro lado, también es común observar potreros de bajo alcalino (pelo de chancho) con muy baja cobertura y muy pisoteados por la hacienda.
Las estrategias de manejo en uno u otro caso serán diferentes de poder manejar estos ambientes en forma separada (o manejar el potrero en función del ambiente que domina en caso de ser potreros overos).
Para el caso de los ambientes alcalinos, es recomendable no pastorear hasta que haya suficiente piso y así evitar el daño importante que la hacienda genera, que será más perjudicial y persistente que en el bajo dulce. Esto significa cerrar estos potreros en la medida de lo posible hasta fines de noviembre o diciembre, dependiendo de cómo continúe el clima.
En el caso de los bajos dulces en cambio, a pesar de estar saturados de agua, el daño por pisoteo resultará menor y menos duradero, y al estar ya con abundante forraje pueden comenzar a utilizarse, teniendo sólo la precaución de no ir con el pastoreo muy abajo (dejar más de un puño de remanente), pastoreando en forma rotativa si disponemos de más de un potrero, o alambre eléctrico para armar parcelas.
En el caso de existir en el potrero abundante presencia de duraznillo blanco (maleza tóxica causante del ͞enteque seco͟) debemos estar atentos además al momento de volteo de hojas, a fines del verano, para retirar la hacienda evitando su consumo.