Los datos son realmente alarmantes. Según USDA, en los últimas 40 años EEUU perdió nada menos que la mitad de sus productores. Durante dicho período se registraron 665 mil productores menos. Esto representa una pérdida anual de 15.000 productores, proceso que en los últimos 5 años se acelera a 21.000 productores ganaderos menos cada año.
El stock de vacas en Estados Unidos se ha reducido a los niveles más bajos en 73 años. Si bien las causas son variadas y los ciclos de liquidación pueden circunstancialmente verse acentuados por los costos de producción, sequías prolongadas o competencia con la agricultura, el proceso de contracción del stock vacuno casi ininterrumpido que se viene llevando a cabo durante las últimas décadas, pone de manifiesto la existencia de problemas estructurales que trascienden el deterioro de la rentabilidad del sector ganadero y en particular del sector criador.
En el corto plazo este panorama podría verse como alentador para Uruguay, ya que la reducida oferta de parte de EEUU podría mantener elevados los precios internacionales por algunos años. Sin embargo, “mal de otros, consuelo de tontos”. Esta situación podría ser capitalizada por políticas proteccionistas desmedidas como las que propone Donald Trump, elevando las tarifas a las importaciones en búsqueda de promover artificialmente la producción nacional. Lamentablemente ya hemos visto fracasar este tipo de soluciones en Sudamérica repetidas veces, pudiendo afectar el renovado flujo comercial de carne con destino a EEUU que explota actualmente nuestra industria frigorífica
Como en Uruguay casi todo llega, pero con varias décadas de retraso, deberíamos considerar si la elevada estructura de costos de producción, que ciertamente se ha agravado con el atraso cambiario, recurrentes excesos climáticos y falta de capital humano, ¿podrían inducir a un desestímulo a la producción similar al experimentado por EEUU? Si existen indicios de ello, ¿qué podemos hacer al respecto?
En Uruguay, el rubro ganadero ha cedido una gran cantidad de superficie a la forestación y agricultura, sin embargo, el stock ganadero se ha mantenido estable y la producción total de carne se ha incrementado. Ello ha sido consecuencia de un ejemplar, pero muy necesario proceso de intensificación de la ganadería.
Esto es consecuencia, entre otros factores, de los elevados precios de la tierra que obligan a sacarle el jugo a cada hectárea, producto de un elevado costo de oportunidad y la abundancia de subproductos agrícolas que son volcados a la suplementación animal. Si bien ello resulta muy positivo como estímulo a la actividad económica, su contracara es la creciente estructura de costos de nuestros sistemas de producción y una mayor (y no menor) exposición a los riesgos climáticos.
Si bien la concentración de la tierra en Uruguay viene en franco aumento y la falta de recambio generacional es un problema creciente, ello aún no ha repercutido en procesos de reducción del stock vacuno y cierre masivo de empresas como experimentó más marcadamente el sector lácteo. Este sector, más intensificado e insumo-dependiente, sí padeció un profundo proceso de liquidación que actualmente atenta contra la supervivencia de algunas cuencas lecheras del país.
A pesar de que existen algunas amenazas latentes, también es posible encontrar particularidades del sector ganadero uruguayo que nos distinguen y probablemente justifiquen la estabilidad que ha mostrado nuestra ganadería respecto a la americana.
En primer lugar, el clima en Uruguay no presenta los extremos que padecen sus ganaderos, incluyendo duros inviernos con nieve, donde la producción de pasto es nula o sequías prolongadas como las que se han registrado en las zonas criadoras en los últimos años. Si bien Uruguay ha experimentado climas más extremos en los últimos años y éstos se han traducido en mayores costos, no han sido tan significativos como ocurre en EEUU, donde se le asigna la principal fuente de pérdida de rentabilidad y causa de desaparición de empresas ganaderas.
Otra gran diferencia que ostenta Uruguay es su vocación exportadora, en especial la exportación en pie, gran responsable de la buena salud que goza actualmente el sector. Si bien ello resiente la rentabilidad de los invernadores, ha sido factor de estabilidad para un sector históricamente relegado, ofreciendo una salida alternativa que mejora la competencia del sector criador.
Por otra parte, el proceso de “industrialización” que viene atravesando la ganadería uruguaya con los frigoríficos crecientemente involucrados en la terminación a corral, podría alterar la ganadería tal y como la conocemos, proceso que en EEUU comenzó hace décadas. Quizás ello requiera una adaptación a nuevas formas, donde el productor ocupe un rol preponderantemente asociado a la cría y recría, buscando profesionalizar y especializar aún más su actividad. Para ello resulta fundamental explorar nuevos procesos de tecnificación e innovación que se traduzcan en mejoras de la competitividad. No nos referimos a ciencia nuclear o inteligencia artificial, sino profundizar algunos cambios tecnológicos actualmente disponibles como el pastoreo racional y el riego, dos áreas lamentablemente deficientes en investigación y extensión en este país, que blinden al sector ganadero de sequías prolongadas o la sobre dependencia a insumos como la suplementación.
Fuente: Rurales El País/ Ing. Agr. Msc Guillermo Trajtenberg
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