Con el otoño seco y las lluvias de septiembre la infectividad de las pasturas se desplazó hasta octubre, aumentando el riesgo de perder 15-30 kg/cab y de que aparezca una enfermedad clínica grave en el próximo verano. “Si hacemos el tratamiento durante la segunda quincena de noviembre, atacamos la lombriz mientras está dormida, una vez que despertó y reanudó su desarrollo, es incontrolable”, advierte el M.V César Fiel.
Si bien siempre se indica desparasitar novillitos y vaquillonas en la segunda quincena de noviembre, este año resulta imprescindible hacerlo en tiempo y forma. Con un otoño seco que mantuvo alta proporción de larvas en las bostas y lluvias en septiembre que desplazaron la masiva salida hacia el pasto, el tratamiento preventivo permitirá evitar graves consecuencias en el verano 2022. Los M.V. César Fiel y Pedro Steffan, de Fiel & Steffan, con larga trayectoria en investigación y extensión en parasitología, explican por qué es crucial realizar esta práctica en el marco de un programa de control sustentable.
“Hablamos de una parasitosis que el ganadero conoce muy bien, son las lombrices que afectan la producción desde el destete hasta la primavera. Es un cuadro que se inicia en otoño-invierno y que antes de presentar diarrea, un signo determinante de esta enfermedad, pone en riesgo entre 20-30kg/cab. Además, si aparece ese síntoma, las pérdidas están arriba de los 30 kg.”, planteó Steffan.
A partir de la primavera empieza a crecer el forraje, el animal tiene más de un año y parecería que el problema se terminó. “De hecho, desaparece clínicamente, pero hay un parásito denominado Ostertagia, el más patógeno, el que más afecta al bovino, que -en primavera- alarga el ciclo. Cuando la lombriz entra al estómago, se adormece y se queda ahí durante 4-5 meses”, advirtió, detallando que en realidad la parasitosis continúa, pero con una dinámica diferente.
¿Frena su desarrollo? “Sí. Para esquivar una doble situación amenazante. Por un lado, el ambiente no le es favorable, viene el verano que mata gran cantidad de lombrices y a esto se suma que el animal ya desarrolló inmunidad como para bloquear su desarrollo”, explicó Fiel, argumentando que esa protección natural surge en respuesta a la acción parasitaria otoño-invernal.
Numerosas investigaciones realizadas por los consultores en el INTA Balcarce y en la Facultad de Veterinaria de Tandil, les permitieron identificar claramente el problema y proponer la solución. “Los meses de mayor adormecimiento son septiembre y octubre, luego los parásitos empiezan a despertar, suavemente, desde diciembre en adelante y masivamente de febrero a marzo. De ahí viene la recomendación de desparasitar en la segunda quincena de noviembre”, aseveró, refiriéndose a que esta práctica tiene toda una base experimental detrás, comprobada a lo largo de más de 30 años.
¿Cómo se puede ver el parásito? “El productor no puede visualizarlo porque es muy pequeño y está metido en la profundidad de la glándula gástrica. Además, como está en desarrollo, no pone huevos. Por lo tanto, no hay forma de diagnosticarlo salvo que se sacrifique el animal y se haga un raspaje de la mucosa del estómago, con fines de estudio. Ahí, sí se ve la larva”, afirmó.
En concreto, el cuadro es muy complejo, pero el control resulta sencillo ya que el adormecimiento se produce todos los años en septiembre-octubre, principalmente. “Este conocimiento facilita el manejo, porque el problema aparece siempre en la misma época en novillitos y vaquillonas que hayan estado sobre pasturas con carga parasitaria”, señaló Fiel, aludiendo a un fenómeno reiterado que se da en la región pampeana, semiárida y subtropical de la Argentina, así como en Uruguay y en el sur de Brasil.
Según los consultores, si no se hace un tratamiento preventivo antes de que los parásitos despierten, se ponen en riesgo otros 15-30kg/cab durante esta nueva etapa, ya que el problema es incontrolable una vez que reanudan el desarrollo.
¿Antiparasitarios? “La elección deberá realizarse en función de la situación de cada campo, mediante la consulta al veterinario. Hay que tener en cuenta que no todos son efectivos y existe resistencia a algunos de los que sí lo son”, alertó. Y aclaró: “En la práctica, lo único efectivo disponible en el mercado son las avermectinas, porque los benzimidazoles están jaqueados por la resistencia, que se presenta en uno de cada cuatro establecimientos en el país y afecta principalmente al parásito que produce esta enfermedad”.
Verano 2022, atenti
Los especialistas sostienen que, con las condiciones climáticas de este año, los riesgos por parasitosis se incrementarán el próximo verano. En años de precipitaciones normales, durante el otoño-invierno, transcurre el ciclo parasitario fuera del animal que comienza cuando ponen los huevos y maduran dentro de la materia fecal. Luego, cuando llueve, se produce una salida de larvas o de lombrices hacia el pasto y el ganado las ingiere.
“Pero este año hubo una seca invernal en gran parte del país, por lo tanto, esas lombrices que estaban maduras, adentro de la bosta, no salieron por la ausencia de lluvias y cuando cayeron las de primavera, emergieron masivamente. O sea, que estuvieron disponibles en el pasto en un período en el que la gran mayoría está inhibida”, explicó Fiel. Y subrayó: “Esta primavera, y todas aquellas que vienen lluviosas después de un otoño-invierno seco, resultan de muy alto riesgo para esta parasitosis, que además de pérdidas de peso puede desarrollar una enfermedad clínica, Ostertagiosis tipo II, que no es tan común, pero que puede provocar elevada mortandad”.
Para Steffan, es de esperar que en el verano 2022 se produzcan estos eventos, por lo tanto, hay que anticiparse. “Cuando hacemos el tratamiento en la segunda quincena de noviembre, estamos atacando esa lombriz que está dormida y evitamos que haga el daño cuando despierta. Si se hace después no es efectivo, no ataca a todas, tal vez algunas empezaron a despertar y llegamos tarde”, alertó, apuntando a que la sintomatología clínica persiste luego de haber eliminado la carga parasitaria.
¿Cuántos campos están haciendo las cosas bien? “Estimamos que menos del 40%. Es más, luchamos contra un preconcepto muy arraigado, que es la desparasitación a la entrada de la primavera, cuando en realidad no da resultado y más aún contribuye a la aparición de resistencia. Por eso, aconsejamos desplazarla hacia mediados de noviembre y ahí estaríamos haciendo las cosas mejor”, afirmó.
Para apreciar el resultado de la buena práctica, Fiel presentó los datos de dos tesinas pioneras que dirigió para la graduación de veterinarios, en las que se contrastó las ganancias de peso hasta abril-mayo de un lote desparasitado en la segunda quincena de noviembre, contra otro que no recibió el tratamiento. “Ahí se ve una diferencia de 18-26 kg. O sea, que estas gráficas muestran el impacto en la productividad ganadera”, aseguró.
“Muchas veces se genera información en los centros de investigación que no llega al productor, por eso hoy estamos haciendo una bajada directa. Presentamos un resumen de años de investigación que muestra cómo un tratamiento racional se traduce en kilos de carne”, finalizaron.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne