Nuevamente los incendios son noticia. A comienzos de este año provocaron la muerte de dos contratistas rurales, Federico (20) e Iván (32) Starkloff, quienes fueron rodeados por las llamas en las inmediaciones de la zona pampeana de Bernasconi.
El fuego es parte del ecosistema presente en la región Semiárida argentina. Los incendios naturales en la época de verano son muy frecuentes en la zona a causa de la acumulación de fuentes vegetales combustibles durante una época húmeda (primavera), seguida por otra estival típicamente seca. Durante la estación cálida son muy comunes las tormentas eléctricas que son la razón principal –aunque no la única– del inicio de los incendios
La implementación de planes de manejo sistematizados de quemas prescriptas es una de las mejores herramientas para evitar la dispersión descontrolada de incendios. Pero en 2009, cuando se reglamentó y entró en vigencia la Ley 26.331 (Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos), las quemas fueron prohibidas en la provincia de La Pampa, para recién ser reintroducidas en 2014 (disposición 26/14 de la Dirección de Recursos Naturales de La Pampa). Eso fue posible gracias al trabajo realizado por los técnicos Enrique Llorens y Ernesto Franck con el apoyo del ex CREA Carro Quemado y el CREA Utracán. Sin embargo, las quemas controladas siguen sin ser una práctica habitual en la zona.
“El fuego controlado es la forma más económica de mejorar el pastizal natural al permitir controlar renuevos de caldén y algarrobo, como así también los arbustos acompañantes, de manera tal de lograr una mejor y mayor penetración de ganado en áreas de pastoreo”, explica Antonio Belcher, integrante del CREA Utracán.
Las quemas controladas eliminan pajas y los espacios liberados por las mismas son ocupados por especies deseables, como flechillas y poas en invierno/primavera y pasto plateado, penacho blanco y gramilla cuarentona en verano. “Las quemas controladas permiten incrementar la calidad y oferta forrajera, con lo cual la hacienda puede aprovechar el rebrote post-quema de especies no palatables, como es el caso de los pajonales en el caldenal. Y también cumple además con el propósito de reducir el riesgo de incendios naturales al eliminar material combustible fino”, apunta Antonio.
También es útil para mejorar el manejo general del ganado, ya que, al abrirse el monte, se pueden recorrer bien los potreros y, a su vez, es posible juntar la hacienda de a caballo, mientras que, en situaciones con alta densidad de arbustivas, eso sólo es posible cerrando las aguadas. “En definitiva, es la mejor defensa contra los incendios, ya al tener áreas quemadas del año anterior, los focos espontáneos pueden controlarse”, comenta Antonio en un artículo publicado por CREA.
Previamente a un fuego prescripto, se debe dejar descansar al potrero, por lo menos durante una estación de crecimiento, para contar con suficiente material combustible fino que asegure que el fuego pueda “correr”. Otra función fundamental del descanso previo es permitir el semillado de las especies útiles para poder contar con un buen banco de semillas en el suelo.
Un fuego controlado en un potrero con buena presencia de ejemplares adultos de caldén, que tenga por objetivo incrementar la oferta forrajera haciendo uso del rebrote post-quema de las pajas y reducir la cobertura de los arbustos, debe llevarse a cabo preferentemente entre fines de febrero y principios de abril (se hace en ese período porque las especies que componen el pastizal natural son en su mayoría de crecimiento otoño-primaveral).
“En la provincia de La Pampa las lluvias ocurren principalmente de octubre a marzo, siendo el mes de marzo el mes más seguro para su ocurrencia. Todo fuego deja sobre la superficie del suelo una cantidad de cenizas que constituye un importante aporte de nutrientes. Y es importante que estos nutrientes sean incorporados al suelo, hecho que se logra por intermedio del agua de lluvia, porque, de lo contrario, se vuelan por acción del viento”, explica el empresario CREA.
Las condiciones meteorológicas adecuadas para una quema controlada son una humedad relativa del aire del 30% al 40%, temperatura del aire de 20ºC a 25ºC y una velocidad del viento de 15 kilómetros como límite máximo. Lo aconsejable es comenzar luego de tres a cinco días de producida una lluvia en la zona. Y en un horario posterior a las 14:00 horas.
El tamaño del sector por quemar debe tener un máximo 600 hectáreas con un contrafuego con un ancho mínimo de 10 metros; en condiciones óptimas, un potrero de esa dimensión tarda unas cuatro horas en quemarse. El personal mínimo para hacer la tarea debe ser de seis personas constantemente intercomunicadas.
La quema debe siempre iniciarse en forma contraria a la dirección del viento. Después que se haya quemado una franja de 50 a 100 metros –dependiendo de la intensidad del viento– se comienza a prender fuego por ambos laterales en la forma más rápida posible. Una vez completados los laterales, se larga la quema a favor del viento (o sea del lado opuesto al que se inició). Es muy importante hacer una recorrida periódica y final alrededor del potrero para ir apagando todos los troncos que pueden estar aún prendidos en las orillas.
Luego de las quemas, si se respetan los criterios básicos de manejo, las mejoras logradas en receptividad son notables, dependiendo siempre de cómo fue la situación inicial en cuanto a arbustización, densidad y cobertura de pajas. “En potreros de planicie y valle hemos logrado pasar de 50 a 100 raciones/ha con estas prácticas, mientras que en lotes de pendientes las raciones/ha pueden incrementarse de 20 a 60-70, lo que implica contar con los recursos necesarios para duplicar la producción de carne bovina”, aseguró Antonio.
Para realizar la quema prescripta es necesario elaborar un informe técnico en función de los requerimientos legales solicitados por Defensa Civil y la Dirección de Recursos Naturales de la provincia de La Pampa, el cual consiste en la evaluación de la vegetación de los potreros por quemar (densidad y cobertura del estrato arbóreo, arbustivo y herbáceo mediante transectas). Luego se establece un plan de quemas de cuatro años, quemándose un 25% de la superficie total por año; el intervalo entre quemas debe ser como mínimo de cuatro años. El informe lo debe realizar un ingeniero agrónomo o ingeniero en recursos naturales que esté inscripto en la Dirección de Recursos Naturales para realizar dicha tarea.