La gran cultura carnicera que, gracias a Dios, tenemos los argentinos, hace que los aumentos de la carne lleguen rápidamente a las tapas de los diarios y desaten todo tipo de discusiones o especulaciones.
No vamos a negar o minimizar las subas –que fueron altas en los últimos dos meses- pero un diagnóstico certero de la situación podría evitar a futuro estas disparadas de los precios que habitualmente son seguidas por un “planchazo” que tampoco ayuda.
La base del problema fue, sin ninguna duda, la escasez de oferta, buscando las explicaciones más sencillas del fenómeno, hay que decir que en primer lugar estamos sufriendo las consecuencias de los fenómenos climáticos extremos –inundaciones y sequías- de los últimos dos años.
Además, la suba de precios que habitualmente se da en primavera este año se atrasó y llegó en verano. Un verano en el que también hubo más demanda de carne, impulsada por los turistas que otros años veraneaban fuera del país.
No obstante, es importante destacar que en los últimos años los aumentos de la hacienda y de la carne en el mostrador habían estado por debajo de la inflación general, con un importantísimo aumento en los costos, como todos sabemos.
Más allá de los motivos más o menos coyunturales, lo cierto es dejamos que el crecimiento de la demanda fuera cubierto por la oferta con las leyes del mercado.
El mercado “dijo” que no se priorizara la oferta y estamos pagando las consecuencias. El mercado “dijo” que la soja fuera más negocio que la ganadería o, más aún, indicó que era más negocio tener la plata en bonos o en Lebacs que en vacas en el campo.
Entonces hubo desinversión y eslabones con muy baja rentabilidad (especialmente la cría), sin incentivos impositivos ni créditos con tasas acordes para la producción.
Como decimos siempre, la ganadería necesita de un Estado activo que acompañe la libre oferta del mercado, para evitar estos serruchos de precios y que la producción y la oferta garanticen la demanda, más aún en estos momentos en que aumentan las exportaciones y seguimos contando con un mercado doméstico dispuesto a mantener un alto consumo de carne vacuna.
Es posible que los precios se mantengan en alza un tiempo más y más adelante se estabilicen e incluso se atrasen, pero –como reiteramos desde hace tres años- es necesario trabajar en políticas desde el Estado.
Es el Estado el que, por la vía de los incentivos, debe favorecer oferta y evitar que el mercado “dicte” que otras actividades, especialmente las relacionadas con la especulación financiera, conspiren contra la producción de carne, una de las actividades más emblemáticas, inclusivas y federales del campo argentino que, además, es una de las pocas que le pueden dar buenas noticias al país por las exportaciones.