En momentos en que la agricultura está atravesada por la búsqueda de más productividad y eficiencia de la mano de la tecnología, el fenómeno de la sustentabilidad se sale de la esfera estrictamente productiva. Ya no es solo lo que pasa dentro de un campo, con las patas de la sustentabilidad ambiental, económica y social: la sustentabilidad abarca la cadena agroindustrial en su conjunto y llega al sistema financiero y a los gobiernos. Esos desafíos ocurren mientras la producción se hace más compleja, no solo por los problemas de las malezas resistentes, sino también por las demandas de una sociedad más atenta a cómo se produce y por la necesidad de entender el impacto de herramientas como la inteligencia artificial hasta las soluciones de AgTech.
Precisamente, con «Sustentología», que refleja la unión de la ciencia y la tecnología, en su XXVI congreso en Córdoba Aapresid procuró brindar una mirada más amplia. El mismo Alejandro Petek, presidente de la entidad, lo dejó en claro en el acto de apertura cuando dijo que la siembra directa no es solo suprimir la labranza. Ya a fines de los años ochenta se hablaba de la sustentabilidad ante los perjuicios ocasionados por la degradación de los suelos y la erosión. Pero ¿por qué sigue hablando hoy de sustentabilidad cuando es conocido el impacto que tuvo la siembra directa en la conservación de los suelos?
El blockchain ya está en el campo: por qué puede ser clave para la trazabilidad
Sobre esto giró una entrevista que mantuvo LA NACION en el congreso de Aapresid con Miguel Taboada, director del Instituto de Suelos del INTA; Andrés Méndez, consultor; Alejandro O’Donnell, asesor, productor y secretario de Aapresid, y Agustín Bilbao, asesor, integrante del equipo AgTech de Aapresid (en el evento se hizo el 1er. Congreso Nacional de AgTech, ver página 5) y fundador de Milar, una firma que está desarrollando la aplicación selectiva con un producto nacional.
«La siembra directa fue un éxito, nos quedamos tranquilos con que con eso solo alcanzaba, pero tenemos el problema de las malezas, se habla del cambio climático, se ve erosión donde no hay cobertura y hay organizaciones internacionales que miran lo que hacemos. No es que se pueda hacer lo que uno quiere. Europa, por ejemplo, no compra bioenergía de lugares deforestados», analizó Taboada sobre por qué en la actualidad se sigue hablando de este concepto.
Para O’Donnell, si a la sustentabilidad la tuvieran que arreglar los técnicos o la ciencia, con las herramientas que están, esto se resolvería en poco tiempo. Sin embargo, y aquí se puede comprender por qué por tantos años se sigue con este tema, aparece el factor humano. «Hay un problema con la brecha entre el productor sustentable y en la otra punta el que no», dijo. Agregó el ejemplo de lo que ocurre con contratos de alquiler que, más allá del cambio en las reglas de juego para el trigo y el maíz, siguen volcados al plazo de un año. «El 60% de la agricultura se hace en campos arrendados y buena parte con contratos de un año. Si uno saca el factor tiempo, no se puede hablar de sustentabilidad en un año», apuntó. También en parte tiene que ver el factor humano con que siga solo un 40% de reposición de nutrientes.
La situación por la sustentabilidad afecta a ambientes frágiles. En San Luis, por ejemplo, antes era más fácil hacer soja que ahora que está en crecimiento el problema de las malezas. «Se están revisando planteos 100% agrícolas que esos ambientes frágiles no soportan», señaló.
En los departamentos de Marcos Juárez y Unión, los más productivos de Córdoba, en los últimos 20 años la participación del maíz en los planteos no superó el 15%. «¿En 20 años no fue negocio?», se interrogó. «Es otro el problema, es el factor humano», añadió. En Río Cuarto, que tiene un clima más semiárido, en cambio esa participación subió al 22%. Alrededor de unos 150 kilómetros de Río Cuarto ya hay 4 plantas de etanol, lo que genera más actividad también.
Rotaciones
En el sector no pasaron inadvertidos los años del kirchnerismo en los que las intervenciones pusieron contra las cuerdas al trigo y el maíz, claves en la rotación, pero está claro que hay que seguir cambiando cosas.
«Estamos haciendo 34 millones de hectáreas en tres cultivos y eso me hace ruido», opinó Taboada, que sostiene que la Argentina tiene que avanzar en la «denominación de origen» ante el mundo. ¿A qué se refiere? A trabajar fuerte, incluso con acciones del Estado, para una denominación de origen para algo positivo como la agricultura certificada. Córdoba ha implementado un programa de buenas prácticas que incentivará este año con $100 millones a quienes las aplican.
Para Méndez, la sustentabilidad «no es solo un cultivo» ni tampoco basta con una rotación. Al respecto, sostiene que hay que tener en cuenta que el sistema productivo impacta tanto en la misma producción como en las poblaciones cercanas y las góndolas, esto último por los consumidores.
«Se habla de sustentabilidad porque no se ha hecho nada para lograrla», afirmó. En este punto, puso el foco también en «la gente» vinculada con la actividad. Puso el ejemplo de quienes saben que en la pulverización deben respetarse las condiciones de aplicación, pero no todos lo hacen.
«Hay que involucrar a toda la cadena, incluso al sistema financiero y las compañías de seguro en esto de la sustentabilidad», remarcó O’Donnell. Meter el sistema financiero en esto sería una forma de incentivar también con créditos a quienes hacen bien las cosas. También se incluyen allí el Estado y otras instituciones.
Para Bilbao, en tanto, las nuevas tecnologías con las AgTech pueden ayudar a la sustentabilidad. «Es una palabra trillada, una cosa es hacerla y otra medirla; nos falta medirla más», destacó. «Hoy, la tecnología no impide ser sustentables; lo impiden las barreras mentales», agregó.
Bilbao dice que está «enloquecido» con las aplicaciones selectivas, que pueden ahorrar más del 60% de herbicidas. Detrás de eso está con su firma Milar para lanzar pronto una tecnología hecha en el país.
La visión de las empresas
CÓRDOBA.- Para Ricardo Yapur, CEO de Rizobacter, es clave hablar de sustentabilidad tras la política del gobierno anterior. «Nos obligaron a sembrar soja sobre soja y no se hacían rotaciones. Los suelos fueron agredidos y es clave hablar de esto», señaló. Para Yapur, si sigue una política «normal» y hay 8 a 10 años de rotaciones y crecen más el trigo y el maíz, el sistema se podrá sustentar mejor. En Rizobacter van por una fuerte apuesta con los biológicos acá y en el exterior (hoy en la firma el 40% son biológicos). En Francia tienen una sucursal desde la cual perciben la demanda que se está dando en una Europa más restrictiva respecto de los productos químicos. «Los químicos no crecen en el mundo y los biológicos tienen una tasa del 14% anual», dijo.
Para Sebastián Calvo, presidente de Red Surcos, «la sociedad exige más información y que los alimentos que se producen tengan una trazabilidad». En este contexto, precisó que la sustentabilidad debe ser «un compromiso de todos en la cadena». «El productor está más abierto a tener en cuenta el tema ecológico. El producir forma parte de la sociedad», dijo Calvo. Su firma trabaja con fitosanitarios con nanotecnología que reduce un 70% la dosis con la misma eficiencia. El 45% de sus ventas son con nanotecnología.