La cría de vacunos para la producción cárnica se desarrolla en la Argentina en pastoreo directo. El objetivo de técnicos y productores ha sido y es la sincronización de los mayores requerimientos del rodeo con la mayor oferta de forraje, considerando solamente el estado de las vacas y su futuro desempeño reproductivo.Investigaciones recientes demostraron que el manejo nutricional de la vaca durante el período de gestación tiene un gran impacto sobre el crecimiento posnatal de la cría, así como también, en la calidad de la canal producida.Esta comunicación propone mediante la consideración de la programación fetal o imprinting metabólico y el servicio invernal, desestacionalizar la oferta de terneros, adecuándolos al mercado exportador.
Los numerosos análisis desarrollados para acceder con la carne bovina argentina al mercado externo encuentran como limitantes la falta de novillos adecuados por bajo peso y por la falta de marmoreado.
Tal como está planteado en la actualidad el sistema productivo de cría, la opción considerada de mayor aceptación para subsanar tales aspectos es el resurgimiento de una correcta recría, actividad de la que mucho se pregona pero que aún no logra materializarse plenamente.
Los motivos, entre otros:
- Necesidad financiera del criador que lo obliga a vender sus animales al destete.
- Costo financiero para mantener un lapso prolongado luego del destete a los bovinos en el establecimiento (aumento de costos en alimentación, sanitarios y de personal).
- Menor precio unitario por kilo vivo aunque por animal pueda ser mayor.
- Mayor disponibilidad de superficie que puede ser destinada a cultivos de cosecha.
- Escasez de recursos y/o reservas forrajeras para una recría eficiente.
- Aumento de los riesgos de muerte y/o robo de los animales al permanecer más tiempo en el establecimiento.
- La importancia como traccionador de la actividad del mercado de consumo interno que es demandante de animales livianos.
Una alternativa a la recría plantea el aumento de peso al nacimiento, el mayor marmoreado (relacionado a la calidad de la carne requerida por el mercado exportador) y la venta de terneros en contra estación con lo cual se obtendrían mejores valores de comercialización (ver gráfico 1) y menor tiempo para alcanzar el peso de faena con un producto cárnico de calidad superior, aprovechando los recursos forrajeros propios de la estación.
El fundamento de dichas aseveraciones se sostiene en la programación fetal o imprinting metabólico, en el cambio de la época de servicio tradicional (primavera) y en la venta en contra estación, adecuando los recursos nutricionales para tales aspectos.
Introducción
La pérdida de peso durante el período invernal de hasta un 10% respecto del peso del período otoñal, no se considera como un gran problema ya que las vacas adultas son capaces de recuperar el peso perdido durante la primavera, así como también su condición corporal, sin comprometer necesariamente su respuesta reproductiva (Stahringer, R. 2003).
Pasan el invierno preñadas entre su segundo y tercer tercio de gestación, con pérdidas de peso de menor o mayor importancia según el forraje disponible y los suplementos utilizados.
Como la carga invernal determina la carga anual del establecimiento, el productor busca mantener la mayor cantidad de vacas posibles en el invierno aceptando pérdidas de peso con el objetivo de lograr una mayor cantidad de terneros al destete. Si esa pérdida de peso controlada ha sido bien manejada, los vientres pierden peso pero luego se recuperan en primavera, y se vuelven a preñar con un buen manejo y con el empleo de tecnologías como el destete temporario y el destete precoz.
Fernández Mayer, A. (2018) indicó que bajo condiciones de mala alimentación, el bovino busca movilizar proteínas de su cuerpo para cubrir sus requerimientos proteicos. Pero esta movilización tiene un límite, posterior a ella, el vientre resiente su condición corporal, aunque mejore la alimentación.
Dicho de otra manera, cuando el período de restricción alimenticia, especialmente proteica, es por un período corto (45 a 60 días) el vacuno utiliza el nitrógeno (proteína) que degrada de los tejidos para ser empleado en todo el metabolismo. Si posterior a esta restricción el vacuno recibe una adecuada alimentación recupera el 100% del peso perdido.
Mientras que, si la restricción es por un período mayor a los sesenta días, aunque a posteriori a ella, la vaca coma muy bien, sólo recupera entre el 70 al 80% del peso perdido, o tal vez menos, dependiendo de la categoría y de la intensidad de la restricción. Esto se debe porque el vacuno degradó su masa muscular para generar la proteína que no ingresó por la boca.
Hasta ahora se consideraba solamente el estado de las vacas y su futuro desempeño reproductivo, asumiendo que el feto no sufría las pérdidas de peso de la madre.
Investigaciones recientes demostraron que el manejo nutricional de la vaca durante el período de gestación tiene un gran impacto sobre el crecimiento posnatal de la cría, así como también, en la calidad de la canal producida (ver gráfico 2).
En los vacunos, el ambiente intrauterino durante la gestación tiene influencia sobre el potencial de engorde, sobre la calidad de la carne, sobre la eficiencia reproductiva de las terneras hijas y sobre la sanidad de la progenie (incremento en la mortalidad neonatal y disfunciones respiratorias e intestinales).
La placenta materna reviste un rol importante en la regulación del crecimiento fetal. El desarrollo de la vascularización de dicho órgano es crucial para el pasaje de nutrientes hacia el feto (Prieto, P., 2015).
El número de fibras musculares se define entre el sexto y el séptimo mes de gestación, mientras que la grasa visceral se define en el séptimo u octavo mes y la subcutánea poco antes del nacimiento. El veteado o marmoreado comienza a fijarse durante la gestación pero tiene un período de definición más prolongado ya que llega hasta el octavo mes luego del nacimiento.
Los órganos internos se definen de manera temprana, entre el primero y el quinto mes de gestación; los testículos entre el segundo y tercer mes (día 45, aproximadamente) y los ovarios entre el segundo y el tercero (día 55, aproximadamente).
Otro evento importante en el desarrollo de las gónadas femeninas es en el día 80 cuando los ovocitos empiezan a formar los folículos primarios (Nilsson, E. and Skinner, M. 2009). Estos folículos representarán la reserva folicular ovárica que estarán disponibles, pudiendo influir en la duración de la vida reproductiva después de la pubertad. La restricción nutricional durante el primer trimestre de gestación genera en las vaquillonas hijas, una reducción de la reserva folicular ovárica. Si bien la etapa clave en la que se define el desarrollo reproductivo del feto es el primer tercio de gestación, existen algunos trabajos realizados en bovinos durante el último tercio que demuestran tener un efecto en el desempeño reproductivo de las vaquillonas.
En un ensayo realizado en EE.UU., Martin, J., et al. (2007) compararon los resultados del efecto de la suplementación proteica durante el último tercio de la gestación sobre la performance productiva de la progenie hembra versus un lote testigo que no recibió suplementación (cuadro 1). En las hijas de los vientres suplementados se observaron diferencias positivas respecto al peso a los 205 días de vida y en su tasa de preñez. Los investigadores observaron una mejora del 80 al 93% entre la preñez de las vaquillonas hijas de las vacas suplementadas en relación con las hijas de los vientres que sufrieron una restricción (lote testigo o no suplementado).
Quiroga, E., luego de analizar los resultados de los diagnósticos de preñez por tacto rectal de vaquillonas de entore precoz (15 meses) de la región Sudoeste de AACREA del 2001 al 2016, destacó que las hijas de los vientres restringidos alcanzaron un porcentaje de preñez del 87% mientras que las de las vacas que no sufrieron restricciones se preñaron en un 90%.
Funston, R., et al. (2010b) suplementando con un concentrado en base a destilados de grano de maíz (28% de proteína bruta) tres veces por semana a un equivalente de 0,453 kg/vaca/día durante el último tercio de gestación encontraron mayor peso de las terneras al destete, menor edad a la pubertad y una tendencia a un mayor porcentaje de preñez (ver cuadro 2). Similares resultados obtuvo Corah, L. et al. (1975) quienes observaron que las vaquillonas hijas de madres alimentadas al 100% de sus requerimientos alcanzaron la pubertad 19 días antes que las vaquillonas hijas de vacas alimentadas al 65% de sus requerimientos durante el último tercio de gestación.
En varios trabajos publicados se hace referencia a los efectos de la nutrición materna sobre el crecimiento en la vida temprana del ternero y a los índices de morbilidad y mortalidad (Quigley, J. y Drewry, J. 1998). Corah, L., et al. (1975) informaron que vacas preñadas con más de 90 días de gestación y alimentadas a un 70% de sus requerimientos de energía, produjeron terneros con una mayor tasa de morbilidad y mortalidad que aquellas alimentadas al 100% de sus requerimientos. Wittum, T. y Perino, L. (1995) observaron que terneros hijos de vientres restringidos con niveles más bajos de IgG (inmunoglobulina G) y de proteína total en plasma a las 24 horas posparto tuvieron una mayor incidencia de morbilidad y de mortalidad predestete y, también, una vez iniciado el engorde a corral. Además reportaron un aumento de la morbilidad general durante el período neonatal, con un incremento en la prevalencia de afecciones respiratorias y diarrea.
La producción de calor del neonato es un factor importante en la supervivencia, en especial para los terneros nacidos en ambientes fríos. Vaquillonas de primer parto restringidas en proteínas o en energía durante el último tercio de gestación dieron a luz a terneros con una disminución en la capacidad para producir calor poco después del nacimiento, siendo más susceptibles al estrés por frío.
Programación fetal
La programación fetal o imprinting metabólico se puede definir como la respuesta frente a un desafío específico para un organismo en formación (desarrollo fetal) en un período de tiempo crítico, en el cual se altera su desarrollo tanto cuantitativamente como cualitativamente, o bien en ambos, generando efectos permanentes en la vida del animal.
En muchos países (actualmente en la Argentina hay un estudio en curso al respecto) se paga por la calidad de la carne. Se estimula de esta manera la producción de canales de mayor peso y con un adecuado nivel de infiltración de grasa (veteado o marmoreado) que se asocia con la jugosidad y el sabor.
Por mucho tiempo se ha buscado la forma de mejorar estos dos aspectos, ya sea a través del manejo nutricional y alimenticio como por cruzamientos.
La cantidad de carne que un animal produce depende en gran medida del número de fibras musculares que desarrolla, como también del tamaño de estas fibras. En tanto, el sabor de la carne y su jugosidad está determinado por el nivel de marmoreo, es decir, por la cantidad y el tamaño de los adipocitos intramusculares infiltrados dentro de los cortes cárnicos. La evidencia científica reciente indica que ambos aspectos, esto es el número de fibras musculares y de adipocitos, es determinado en la etapa prenatal en el período denominado de programación fetal o imprinting metabólico.
Si el vientre sufre de un mal manejo alimenticio – nutricional durante esta etapa, la cría tendrá un menor número de fibras musculares y adipocitos en comparación a una de una vaca bien nutrida y alimentada.
El gráfico 3 muestra los momentos críticos en el período prenatal que afectarán el desempeño productivo de esa cría en su vida futura.
Se aprecian dos momentos en los que se genera hiperplasia de las fibras musculares (miogénesis primaria y secundaria), abarcando los primeros siete meses de gestación, siendo la primera etapa (mes 1 al 3, la miogénesis primaria) en donde sólo se forma un limitado número de fibras musculares. Luego ocurre un segundo período de miogénesis, entre el segundo y séptimo mes de gestación. En este periodo ocurre la mayor proliferación de las fibras musculares fijándose en gran medida el potencial de crecimiento posnatal. Cualquier limitación de nutrientes durante este período tendrá efectos de carácter irreversible en la cría afectando su desempeño productivo futuro.
Durante la gestación, sobre todo en el segundo tercio, se define el número total de fibras musculares que tendrá el feto. Si se alimenta mal al vientre en ese período se reduce la cantidad de dicha fibras sin importar cuál sea la genética. En la práctica el ternero será más chico.
Durante el último tercio de la gestación hay un aumento significativo en el crecimiento del feto y con ello en los requerimientos de nutrientes del vientre. Las fibras musculares crecen en tamaño y de continuarse con una alimentación pobre se reduce el peso al nacer. En ciertas oportunidades se hace ex profeso para evitar distocias, aunque de esa manera se trata de subsanar un error en la elección del toro.
Maresca, S. (2012) comprobó que las vacas con alimentación restringida en el último tercio de gestación paren terneros con un 5% menos de peso y el peso al destete resulta un 7% menor (cuadro 3).
López Valiente, S. demostró que la suplementación proteica de la vaca en el último tercio de gestión, sobre pastizal natural, aumenta la ganancia diaria del ternero al pie, incrementándose el peso al destete. En el ensayo racionó con 1,6 kg/día/an de pellets de girasol (cuadro 4).
El gráfico 3 muestra que a partir del cuarto mes comienza el proceso de adipogénesis, es decir, se define el número de adipocitos (células grasas) que determinarán el futuro nivel de marmoreo o veteado de la canal. Finalmente, a partir del sexto mes de gestación comienza un proceso de hipertrofia de la fibra muscular y de los adipocitos. Una restricción durante este periodo afectará el tamaño de estas células. En consecuencia, un mal manejo durante los dos últimos tercios de la preñez implicará que la progenie presente un menor peso al nacimiento, resultado probablemente de una menor cantidad de fibras musculares y del menor tamaño de éstas.
Underwood, K. et al. En 2010, utilizando distintos tipos de recursos forrajeros durante el tercio medio y el último tercio de gestación, consiguieron que las vacas que pastorearon el recurso de mejor calidad nutricional obtuvieran una diferencia del 20% en el balance energético. Los terneros nacidos de estas vacas mostraron mayores diferencias en el peso al destete, en el peso de terminación y en la ganancia diaria de peso (GDP) que los hijos (alimentados de igual manera) de los vientres que consumieron el recurso forrajero de calidad inferior. Esto se tradujo, además, en un mayor espesor de grasa dorsal y de mayor puntaje de marmoreo (ver cuadro 5).
De acuerdo al trabajo desarrollado (cuadro 5) y a los gráficos 2 y 3, para mejorar el marmoreado en el ganado de carne serían más eficaces las correcciones nutricionales en las etapas tempranas del desarrollo fetal, debido a la presencia de una gran cantidad de células totipotenciales en esta etapa en el músculo esquelético, que se van perdiendo a medida que avanza la gestación. Se define a la totipotencia como la habilidad de una célula para dividirse y producir todas las células diferentes en el organismo.
La eficacia en el aumento del marmoreado es mayor en la etapa fetal temprana, que en la etapa neonatal, y en esta última es mayor que en el destete (150 a 250 días de edad). Todavía alrededor del nacimiento, la “potencia adipogénica” puede considerarse muy importante. Después de los 250 días de edad, las correcciones nutricionales que tengan por objetivo aumentar el número de adipocitos intramusculares (marmoreado), se vuelven menos eficaces debido al agotamiento de las células totipotenciales. Toda mejora en el veteado durante la recría y el engorde, se debe al aumento del tamaño de los adipocitos intramusculares existentes (Du, M., et al., 2010).
La teoría clásica infería que el marmoreo se formaba a una edad superior al año y con ganancias medias a altas de peso, sin embargo, investigaciones más modernas indican que se puede lograr un buen veteado a edad temprana.
Colombatto, D. sostiene como implicancia práctica que una forma eficiente de generar marmoreo sería incrementando el nivel nutricional de las vacas en el último tercio de gestación y en la progenie hasta por lo menos el octavo mes de vida, ya que tratamientos posteriores no tendrían el mismo nivel de respuesta.
De acuerdo con Fernández Mayer, A. (2018), si un ternero de menos de tres meses de edad (al pie de la madre) no recibe la cantidad y la calidad de leche necesaria del vientre, porque ella está sufriendo una restricción inadecuada, nunca compensará su peso perdido aunque posteriormente mejore su alimentación. En la medida que ese ternero reciba una adecuada alimentación energética – proteica durante el crecimiento hasta los ocho meses aproximadamente logrará una mejor respuesta productiva (mayor ganancia de peso y engrasamiento) y también, una mejor calidad de carne.
Investigadores estadounidenses proponen destetar a los terneros a los tres meses y ofrecerles una alimentación concentrada hasta los ocho meses. Así, se logran ganancias de 630 g/día versus los 400 g diarios de la nutrición corriente. A partir de ahí, todos los animales pastorean el mismo recurso e ingresan al feedlot con igual dieta. En la faena se observó que el peso de la carcasa fue de 336 kg en los vacunos con alimentación concentrada temprana y de 309 kg en grupo testigo. El score de marmoreo fue 645 versus 518, siempre a favor de los novillos que tuvieron una mejor nutrición temprana y sin aumento de costos en la fase final del feedlot (cuadro 6)
Una alternativa: ¿cambiar la época de parición?
De manera tradicional, en la zona de cría pampeana se estaciona la parición de los vientres hacia fines de invierno para que el posparto coincida con el rebrote primaveral de las pasturas. Si bien este manejo facilita el ajuste entre la producción y la demanda de forraje, tiene la restricción de que la oferta de terneros para la venta es estacional, generalmente en el período febrero – marzo – abril que es cuando se desteta (zafra). Esta oferta estacional de terneros afecta tanto el precio que se paga por ellos como a la provisión de animales para los sistemas de engorde intensivo, que pueden requerirlos en otro momento del año. Estacionar la parición para que las vacas paran en otoño, y los terneros se desteten en primavera, es una práctica posible de realizar sin perjudicar la performance reproductiva del rodeo, como fue demostrado por varios autores.
Romera, A. y colaboradores publicaron en 2008 una serie de datos donde al cotejar los resultados de la Unidad Demostrativa Reserva 6 (EEA INTA Balcarce) con campos de productores zonales se advierte que no hay diferencias en las tasas de preñez, en las de destete, o con la mortandad de terneros al nacimiento, comparando el manejo tradicional con parición invernal versus la parición en otoño (ver cuadro 7).
Este manejo, además de ampliar el período de oferta de terneros, puede tener ventajas adicionales en el crecimiento de los mismos por un mejor aprovechamiento de las pasturas de primavera (adaptado de Aello, M. y Burges, J., 2009).
Los vientres experimentan en algún período de su ciclo productivo un determinado grado de deficiencia de nutrientes, ya sea por la estacionalidad de las pasturas en las que pastorean y/o por las condiciones climáticas imperantes que afectan tanto a la cantidad como a la calidad del recurso alimenticio disponible. Por ejemplo, si el servicio se realiza en octubre, noviembre y diciembre (como es habitual en la zona de cría pampeana, sobre pasturas), salvo en los terneros “cabeza”, gran parte del período de miogénesis secundaria (se fija el potencial del crecimiento posnatal) ocurre en pleno verano, momento en el cual la calidad de la pastura es menor, debido a que aumenta el contenido de fibra (FDN) lo que limita el consumo de materia seca, disminuye la tasa de pasaje y reduce la digestibilidad del forraje y cuyos parámetros pueden no ser suficientes para satisfacer los requerimientos de los vientres gestantes (gráfico 4).
Mientras que si realiza un servicio de invierno con parición otoñal (gráfico 5), la miogénesis secundaria y gran parte de la adipogénesis ocurre durante la primavera. Para cubrir el período de miogénesis primaria, los vientres movilizan las reservas corporales recuperadas luego del destete. Otra alternativa es la transferencia de reservas forrajeras (ensilaje o heno) o, en su defecto, contar con verdeos invernales o pasturas de ciclo otoño – inverno – primaveral (O – I – P).
Al cambiar la época de parición, se modifican los momentos del año en que se manifiestan los distintos requerimientos a cubrir; por ejemplo: mantenimiento, gestación, lactancia y recuperación de peso si el vientre ha movilizado reservas y el mantenimiento y crecimiento de la cría que no son cubiertos por la leche materna. Al ocurrir en épocas climáticas diferentes, en estrecha relación con la productividad, calidad y digestibilidad del forraje, puede incidir de manera diferencial sobre las necesidades del par vaca:ternero. Dichas características influyen marcando diferencias en los cambios en el peso del vientre, en el peso y en la calidad de la carne del ternero al destete o en la longitud de la lactancia y en el aprovechamiento del forraje.
Aello, M. y Burges, J. analizaron registros históricos de dos rodeos localizados en la Reserva 7 de la EEA INTA Balcarce, uno con parición en otoño y el otro en invierno, alimentados con pasturas compuestas por agropiro y festuca.
En el cuadro 8 se muestran datos de ambos rodeos.
Se advierte que los rodeos analizados difieren en la duración de la lactancia, en la tasa de ganancia y en el peso del ternero al destete (ver gráfico 6).
En el caso del rodeo de parición invernal, la época de destete coincide con el comienzo del otoño por lo que la estrategia general es anticipar el destete y vender los terneros, con el objeto de preservar las pasturas y recuperar las reservas corporales de las vacas para enfrentar el invierno. En cambio, en rodeos con parición otoñal, el período de destete coincide con la primavera, por lo que conservar los terneros en el campo permite el aprovechamiento de un forraje más abundante y de mejor calidad nutricional.
Aello, M. y Burges, J. observaron que la evolución del peso vivo de los vientres es diferente en los dos rodeos. En ambos casos, los animales pierden peso en invierno y lo recuperan en primavera, pero estos ciclos de pérdida – recuperación ocurren en momentos fisiológicos diferentes (ver gráfico 7).
En el rodeo de parición invernal, las vacas paren en invierno perdiendo peso y lo recuperan en la lactancia, momento en que toman un nuevo servicio, mientras que las que paren en otoño lo hacen ganando peso, para luego perderlo en la lactancia hasta fin de invierno, siendo necesaria la movilización de las reservas corporales. En esa condición de pérdida de peso los animales toman servicio. Si hay una marcada pérdida de peso durante el servicio, la reducción del porcentaje de preñez puede ser importante (Sampedro, D. et al., 2003), por tal motivo se deben emplear estrategias para no perder condición corporal durante el invierno.
El cambio en la época de parición incide notablemente en la distribución de los requerimientos energéticos a lo largo del año.
En ambos rodeos el máximo requerimiento diario de energía es similar y se produce en la lactancia (25 Mcal EM/día).
Los animales que paren en invierno durante la primavera y el verano tienen localizadas las 2/3 partes de los requerimientos anuales, ya que al costo de la lactancia se le añade él de recuperación de reservas del vientre.
Las vacas que paren en otoño tienen una distribución de requerimientos más pareja a lo largo del año, con una mayor demanda en el período otoño – invierno. Estos animales sostienen el costo de la lactancia durante el otoño y el invierno movilizando reservas corporales, las cuales son recuperadas durante la primavera. Considerando también el alimento del ternero (extra – leche), la demanda anual de alimento que hace al sistema el par vaca:ternero tiene la distribución que se muestra en el cuadro 8.
Como se advierte en cuadro 9, la demanda de energía total (vaca + ternero) es mayor en el rodeo que pare en otoño, entre otras cosas, porque la lactancia es más larga y porque la necesidad del ternero extra – leche también es mayor. Sin embargo, cuando se relaciona esa demanda con el producto obtenido, surge que la parición otoñal es más eficiente porque requiere menos energía (menos alimento) por unidad de producto (ternero destetado). Al destete, el ternero de otoño fue 40% más pesado que él nacido en invierno. El mayor crecimiento del ternero nacido en otoño se debe a que es posible con esa época de parición alargar la lactancia. Además, puede hacer un mejor uso del crecimiento primaveral de las pasturas, que es de máxima calidad, ya que para ese entonces tiene aproximadamente 5 – 6 meses de edad. También se observa que la época de parición no tiene incidencia en los requerimientos relativos de la vaca, y que el costo de mantenimiento supone casi el 70% del alimento del vientre.
El estudio realizado por Aello, M. y Burges, J. evidencia que en los sistemas donde la vaca pare en otoño se requiere menos energía, y por ende, menos alimento por kg de ternero destetado, es decir que considerando ese aspecto son más eficientes que los sistemas tradicionales con parición en invierno. Como esa mayor eficiencia está explicada por el mayor peso al destete del ternero nacido en otoño, puede inferirse que se podría mejorar también la eficiencia energética de la cría con el manejo tradicional aumentando el peso al destete de los terneros. Pero cabe considerar que el manejo de un rodeo de cría depende de cómo se distribuye la disponibilidad de alimento a lo largo del año, de las necesidades del mercado o de los objetivos empresariales del establecimiento.
Respecto a la distribución de forraje en un pastizal de la zona de cría de la provincia de Buenos Aires (gráfico 8) se advierte que, si bien, el manejo tradicional (gráfico 9) favorece el aspecto reproductivo al coincidir la época de servicio con el pico estacional de forraje, en dicho período sólo ocurre la miogénesis primaria y tanto la miogénesis secundaria como la adipogénesis ocurren en períodos de escasa producción forrajera.
Ante una modificación de la época de servicio (gráfico 10), si los vientres pueden pastorear verdeos de invierno, la miogénesis primaria no se vería afectada y la secundaria y la adipogénesis se podrían desarrollar en un escenario productivo favorable.
Estrategias para no perder condición corporal durante el invierno
En la Argentina, donde la cría se realiza en condiciones pastoriles, las variaciones climáticas anuales e interanuales, particularmente las precipitaciones y la temperatura ambiente que condicionan al crecimiento estacional del forraje, a su calidad y a la cantidad ofertada determinan períodos de balance energético negativo en los bovinos debido a que el consumo de energía no es suficiente para satisfacer los requerimientos de los vientres y de sus crías (ver gráfico 11).
En el cuadro 10 se presentan los requerimientos de un vientre seco en la mitad de la gestación (sin cría) respecto a una vaca con ternero al pie de 3 a 4 meses de edad.
Para cubrir los requerimientos informados en el cuadro 10, una vaca de cría en el 2º tercio de su gestación (sin ternero al pie) debe consumir un forraje que tenga entre un 10 a un 11% de proteína y un 64 a un 65% de digestibilidad (sobre materia seca) según estimaciones de Fernández Mayer. Mientras que esa misma vaca con ternero al pie de 3 a 4 meses de edad debe consumir un forraje de mayor calidad del 12 al 13% de proteína y del 72 al 73% de digestibilidad.
Una práctica habitual durante el período de restricción alimentaria es llevar a las vacas con gestación media y sin ternero al pie a potreros con forraje de muy baja calidad, como son los rastrojos de cosecha fina (trigo, avena o cebada) o de cosecha gruesa (como son los de maíz o de sorgo granífero), incluso pueden ser sorgos forrajeros o maíces diferidos. Con cualquiera de estos forrajes (rastrojos –residuos de cosecha- o diferidos) la calidad nutricional es muy baja, de 2 a 6% de proteína bruta (PB) y de 45 a 55% de digestibilidad. Con ninguno de estos forrajes secos se cubre el 50% de los requerimientos proteicos y menos energéticos de un vientre en gestación media y sin ternero.
Como estrategias alternativas se presentan la siembra de verdeos invernales o de pasturas de ciclo otoño – inverno – primaveral (O –I –P) para cubrir el bache forrajero invernal, el suministro en la misma época de reservas forrajeras (ensilajes o henos) para mantener o mejorar el estado corporal, o el seguimiento de la condición corporal de los vientres haciendo especial hincapié en el estricto control de los valores umbrales.
Si el objetivo de la presente comunicación fuera asegurar la performance reproductiva de los vientres habría que implementar técnicas de control del amamantamiento (enlatado, destete precoz, hiperprecoz y anticipado). Al no ser éste el motivo de interés, no se desarrollarán.
Seguimiento de la condición corporal y empleo de la suplementación en el último tercio de la gestación como factor correctivo
La condición corporal es una evaluación subjetiva de la cantidad de energía almacenada en forma de grasa y músculo que una vaca posee en un momento dado.
Con el avance del conocimiento que una adecuada nutrición del vientre repercute en el desarrollo fetal y en el posterior crecimiento de la cría, se plantea la inquietud en numerosos productores de saber a partir de qué condición corporal y en qué etapa del desarrollo gestacional habría que ofrecer una suplementación a los vientres. Lamentablemente aún no existe un conocimiento cierto. Por tal motivo se sugiere utilizar como guía aproximada, los valores umbrales empleados en el manejo reproductivo (escala 1 a 9):
- Condición corporal óptima al servicio: 5.
- Condición óptima al parto: 6.
- Condición óptima a los 7 meses de parida (destete aproximadamente): 6.
En vacas de cría adultas (que han alcanzado su tamaño definitivo), toda pérdida o ganancia de peso se refleja en una modificación del estado corporal. Las variaciones en la condición corporal implican fuertes cambios en el contenido graso del cuerpo (ver cuadro 11).
El proceso de gestación comprende el crecimiento de todos los contenidos uterinos (placenta, membranas, líquido amniótico y feto), además del de la pared uterina y de la glándula mamaria en las últimas semanas de gestación. La energía almacenada diariamente en el útero y el contenido uterino aumentan exponencialmente a medida que avanza la gestación, con valores insignificantes durante los dos primeros tercios de este período, los que aumentan rápidamente y alcanzan un valor considerable hacia el final.
Se asume que las necesidades de los nutrientes para la gestación son proporcionales al peso de nacimiento del ternero y, por lo tanto, los factores que condicionan dichas necesidades afectarán al peso al nacer.
Freetly, H. et al. En 2000 efectuaron una experiencia con el objetivo de evaluar los efectos sobre la tasa de preñez de la pérdida de peso vivo y de la condición corporal (CC, escala de 1 a 9) durante la gestación y en los primeros 28 días de posparto y la recuperación de la condición corporal a 5,5 en el pre – servicio. Diseñaron tres tratamientos:
- HHH, manteniendo una CC de 5,5 desde el segundo trimestre de gestación hasta el inicio del servicio.
- LHH, pérdida de CC durante el segundo trimestre y recuperación de CC durante el tercer trimestre de gestación e igualando la CC y el peso vivo del tratamiento HHH al inicio del servicio.
- LLH, pérdida de la CC durante el segundo y tercer trimestre de la gestación y hasta el día 28 de lactancia (posparto) y recuperando la CC y el peso vivo e igualando al tratamiento HHH al inicio del servicio.
Los autores no encontraron diferencias en las tasas de preñez entre grupos. Sin embargo, hubo diferencias significativas en el peso de los terneros al nacimiento y hasta los 28 días de edad desfavorable para el tratamiento LLH. Los bajos planos nutricionales durante la gestación afectan tanto el tamaño como el número de las fibras musculares. Así mismo, la adipogénesis fetal se ve comprometida no solamente por restricciones en el consumo de la dieta total, sino también por deficiencias puntuales de ciertos nutrientes como la proteína.
Adicionalmente, se ha demostrado que el incremento en la condición corporal antes del parto incrementa el peso vivo al nacimiento de los terneros (Spitzer, J. et al., 1995). Larson, D. et al. (2009) reportaron una mayor condición corporal preparto en el grupo de vacas que recibió suplementación proteica durante el final de la gestación versus las que no la recibieron. Si bien el peso al nacimiento de los terneros de las vacas que recibieron suplementación sólo tuvo una tendencia a ser diferente con respecto al grupo no suplementado, esta diferencia sí resultó diferente estadísticamente al destete (P = 0,02) y a los 205 días de vida (P < 0,001). Esto indica un efecto positivo de la suplementación proteica sobre la programación fetal de las madres restringidas, resultando en diferencias en eficiencia de crecimiento en los terneros.
Valeria Camarero Sanz, en el Uruguay, estudió la suplementación con afrechillo de arroz y glicerina líquida cruda en la última etapa de gestación en vacas que pastoreaban un campo natural. Los tratamientos nutricionales comparados fueron:
- Grupo Control: pastoreo de campo natural.
- Grupo Suplementado: pastoreo de campo natural con una suplementación individual de 1 kg/vaca/día de afrechillo de arroz entero y 550 ml/vaca/día de glicerina cruda durante los últimos 52 días de gestación.
La suplementación disminuyó (P<0,05) la pérdida de la condición corporal durante el preparto permitiendo que las vacas del Grupo Suplementado llegaran al parto con una mejor condición corporal (4,5) que las vacas del Grupo Control (4).
Si bien se emplea a la condición corporal para predecir y corregir aspectos reproductivos, mediante el conocimiento de los valores umbrales en determinados momentos fisiológicos del vientre y del empleo de la suplementación estratégica preparto es posible incrementar el plano nutricional durante la etapa fetal produciendo una mejora en el potencial de crecimiento y adipogénesis muscular en los terneros (adaptado de Carriquiry, M. et al., 2013). No obstante, aún no hay una respuesta excluyente y se debe seguir investigando en el tema.
Conclusión
Instrumentando estrategias como la siembra de verdeos invernales, de pasturas de desarrollo otoño – inverno – primaveral o transfiriendo excedentes de forrajes en forma de reservas es posible cubrir los requerimientos de lactancia de las crías nacidas en el otoño y brindar las condiciones necesarias para realizar un servicio invernal exitoso asegurando un porcentaje de preñez acorde. Por otro lado, los procesos de miogénesis secundaria y adipogénesis se desarrollarán en una estación climática caracterizada por su pico de producción forrajera. De esa manera se obtendrán terneros de mayor peso al nacer, un buen desarrollo posnatal y un excelente marmoreado. Atributos requeridos para catalogar a la carne como de calidad superior. Otra ventaja que presenta el cambio de la época de entore es que va a entregar terneros aptos para la venta en contra estación, momento de su más alto precio.
Autor/es: Oscar L. Ferrari11. Ingeniero Agrónomo. Consultor y productor ganadero. Especialista en bovinos para carne.