Luego de trabajar 17 años en el INTA, en investigación y extensión para la ganadería, renunció a su puesto y hoy asesora 15 campos al sur de Buenos Aires. “Quería generar los cambios necesarios a la velocidad que requiere la intensificación. Hace 20 años, se producían 500 kilos de carne/ha bajo riego, pero no se medía, ni siquiera tenían balanzas y ahora muchos logran 1000 kg/ha”, afirmó.
Josefina Marinissen, 45 años, es ingeniera agrónoma, vive en Pedro Luro, Buenos Aires, y desde hace 20 años trabaja en la ganadería del Valle del Río Colorado, sur de Buenos Aires, una zona donde el cambio tecnológico ya llegó. La intensificación, favorecida por el riego, consolidó las preñeces arriba del 90%, clave para mover un negocio que permite producir 1000 kg/ha y terminar novillos de 380-420kg, en 18 meses, con buen potencial para seguir creciendo.
“Tuve la oportunidad de ingresar al INTA Hilario Ascasubi, en 2002, recién recibida, por concurso, fue uno de los últimos que hizo la institución. Presenté una propuesta para mejorar la ganadería regional, que es lo que siempre me gustó”, recordó Marinissen, detallando que durante 17 años estuvo a cargo de la investigación y extensión en la temática, en el valle bonaerense del Río Colorado. Oriunda de la zona, la responsabilidad de la joven profesional incluía 500 mil ha de la zona de riego, con infraestructura para cubrir 140 mil ha y el resto bajo su influencia, a través de las napas, lo cual permitía intensificar la producción de carne.
“La experiencia fue muy buena, conocí el territorio y a los productores, hice un posgrado en nutrición, llevé adelante ensayos y dirigí tesinas universitarias. Hace dos años renuncié para saltar a la actividad privada, un gran desafío, era empleada en relación de dependencia, pero tenía que salir de esa estructura para generar los cambios necesarios a la velocidad que se requiere”, planteó.
En tal sentido, si bien desde las áreas de investigación se desarrolla tecnología, el productor no sabe cómo aplicarla. “Se falla en eso, faltan técnicos que expliquen cómo utilizarla en tiempo real y las cosas quedan en los papeles. Si no ¿cómo se explica que hace 50 años digamos que hay que estacionar los servicios y aún no se logre con rigurosidad y eficiencia?”, aseveró, indicando que su forma de trabajar no cuadraba con los tiempos del Estado. “Entonces, me decidí, resolví hacer las cosas de otra manera”, agregó, detallando que para ello se asoció con otro ingeniero agrónomo joven, creando la firma Umo Producción Animal, que asesora 15 campos mixtos.
“Voy a parecer un poco soberbia, pero en estos 20 años pude lograr cambios tanto entre los productores a los que atendía desde el INTA como con los actuales. Caminé el territorio y logré achicar la brecha entre la investigación y el campo, adaptando la tecnología a sus necesidades, trabajando cara a cara para que pudieran adoptarla”, sostuvo.
La tecnología ya llegó
Para Marinissen lo saliente de la zona es el fuerte salto tecnológico a pesar de todas las crisis que vivió el país. “La producción se aggiornó y muchos campos mixtos donde la horticultura era protagónica y dependían de los altibajos de los precios de la cebolla, se volcaron más a la ganadería para darle estabilidad al sistema. Y lo hicieron con prácticas innovadoras, máquinas e insumos que les permitieron aprovechar el riego”, relató, detallando que la mayoría promedian las 500 ha, tienen unas 300 madres, sobre todo Angus y algo de Hereford, y hacen el ciclo completo.
¿Qué cambió? “Cuando empecé, se medía muy poco la producción, no se veía como algo necesario. Los animales no se pesaban, se sacaban cuando estaban gordos. Hoy, casi todos los campos tienen una balanza y un mixer, utilizan rollos, silaje de maíz y expeller de girasol, y hacen inseminación artificial. Todo esto ha tenido un impacto muy grande en los kilos de carne logrados por hectárea”, pormenorizó. ¿Y el aporte profesional? “Lo primero fue cuantificar la producción y en función de eso plantear objetivos concretos. ¿Cuántos terneros hay que producir para que la rueda funcione? Hubo que trabajar mucho en este aspecto para poder tomar buenas decisiones”, subrayó.
Todas estas novedades se aceleraron con el riego, una gran ventaja frente al riesgo climático. “Acá no estamos a merced del agua de lluvia. Una alfalfa con pastoreo directo, fertilización cada tanto y unos tres riegos, rinde arriba de los 22 mil kg/ha de materia seca, muchísimo. Y un maíz para grano, 10mil kg/ha, cómodo. Tampoco tenemos problemas sanitarios en los cultivos, porque el agua está en el suelo, pero el ambiente es seco”, indicó.
Además, se avanzó en el manejo inteligente de pastos y ganados. “Antes, el animal pastoreaba la alfalfa y listo, con unos 6 novillos/ha. Ahora, la aprovechan mucho más, con 12 novillos/ha, trabajando en parcelas diarias y con algo de suplementación. Hay muchos productores que sacan 1.000 kg de carne a pasto bajo riego”, afirmó. Y prosiguió: “en los campos que asesoro, destetan en marzo y en diciembre los sacan gordos, con 380-420kg. Así, pasan al siguiente destete sin novillo en el campo, evitando superponer categorías de altos requerimientos”.
Otra muestra de la eficiencia lograda es haber consolidado preñeces arriba del 90%. “Los productores aprendieron a respetar los momentos fisiológicos de las vacas, cuándo hay que darles de comer bien, cuándo las pueden restringir y qué tipo de dieta usar”, comentó la ingeniera. Todo esto, les permite tener las vacas pastoreando y la invernada encerrada, durante los últimos 60 días. “Pueden mantener dos categorías de alta demanda de nutrientes satisfechas porque hay con qué alimentarlas”, enfatizó.
La diaria y el futuro
La rutina de trabajo de Marinissen implica recorrer semanalmente casi 1.000 km por camino de tierra. “Tengo marido e hijo de 9 años, lo llevo temprano a la escuela y salgo al campo, hago entre una y tres visitas semanales a los campos que asesoro. Es una profesión apasionante”, remarcó. Con respecto a su género, aclaró que en ningún momento tuvo limitantes para desempeñarse. “Los productores son todos hombres y tampoco hay empleadas rurales mujeres. Trabajo a la par de ellos, ven que me subo a una manga a vacunar, que puedo separar macho y hembra dentro de un corral lleno de tierra y me respetan, entienden que mi tarea es sacarle brillo a lo que ellos vienen haciendo”, destacó.
¿Desafíos? “Creo que es muy importante poder sostener estos altos niveles de productividad en el tiempo. Por un lado, hay escasez de agua en el Río Colorado, entonces regar la parcela y que parte del recurso se vaya a los caminos y desagües, ya no es posible. Tendremos que optimizar el sistema de riego”, advirtió, anticipando que esto además dará pie a seguir creciendo.
“Podríamos hablar de 2mil kg/ha de carne, a pasto, sin problemas, ensayos que hicimos en el INTA, junto con CORFO y Profertil, lo demuestran. Pero no tenemos gente formada como para acompañar esos procesos”, afirmó, resaltando que los asesores deben asumir un compromiso mayor con la formación y seguimiento del personal rural. “Cada campo de 500 ha emplea de 3 a 7 personas, los técnicos tenemos que apuntar a consolidar equipos humanos que estén a la altura de la realidad productiva que la zona permite”, añadió.
Marinissen sostiene que una gran fortaleza es que los jóvenes que se van a estudiar agronomía o veterinaria afuera, vuelven. “Me sorprende el recambio generacional. Cuando estaba en el INTA, trataba con los padres y hoy, con sus hijos, que tienen entre 25 y 35 años y están al frente de los campos”, reveló. Entonces, “hay mucho profesional millennial y muchas empresas dando vueltas, con productos, fertilizantes, semillas, porque el agua de riego ofrece ventajas, todo lo que se pone en la tierra crece y eso es muy interesante para la ganadería”, finalizó.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne