Según estimaciones de la FAO, la producción pecuaria es responsable de 14,5% de la emisión de gases de efecto invernadero. Una proporción a tener en cuenta, pero lejos de ubicarla como principal emisor, como suele escucharse desde grupos veganos.
Y lo que es más importante aún, no se puede hacer tabla rasa e igualar todos los sistemas de producción como emisores netos de gases de efecto invernadero. Hay sólidos estudios de reputadas instituciones que indican que, muy por el contrario, el saldo neto de la producción vacuna en base pastoril es negativo entre el carbono que liberan y el que secuestran. Por lo tanto, en lugar de contribuir al calentamiento global, ayuda a contrarrestarlo.
Quantis, una empresa que asesora a compañías en temas de sostenibilidad ambiental, realizó un estudio en el establecimiento White Oak Pastures, ubicado en la localidad de Bluffton, en el estado de Georgia, Estados Unidos. White Oak Pastures es una empresa ganadera de 1.200 hectáreas basada en la producción a pasto. La consultora fue contratada para analizar el saldo neto de la emisión de carbono del establecimiento, teniendo en cuenta las emisiones y el secuestro de carbono a nivel del suelo y de la vegetación.
El resultado de este estudio fue que el saldo neto es negativo. Por cada kilo de carne producido se capturan 3,5 kilos de dióxido de carbono (CO2) equivalente. O sea, este tipo de sistemas de producción de carne, en lugar de contribuir en la emisión de gases de efecto invernadero, secuestran más carbono de la atmósfera del que liberan. Por lo tanto, tienen un impacto positivo sobre el medio ambiente y contribuyen a mitigar el cambio climático.
Los grupos veganos no serán quienes se encargarán de difundir este tipo de estudios. Quienes lo deben hacer son países como Uruguay, con un sistema de producción a cielo abierto que realiza una contribución trascendente al ambiente.
Extracto del Editorial de la revista Negocios Rurales, de la Asociación de Consignatarios de Ganado del Uruguay.